martes, 21 de agosto de 2012

Los españoles también fuimos emigrantes pobres, clandestinos e ilegales

Ha escrito y dirigido la serie documental Camino a casa, que aborda la emigración española de décadas pasadas. En ella muestra las penurias, dificultades y también las oportunidades que esos españoles encontraron en los países de acogida. Y las compara con la situación que viven los miles de inmigrantes que en la actualidad llegan a España.


Se calcula que actualmente más de 4 millones de inmigrantes viven en España. A diferencia de los muchos noreuropeos llegados para vivir una jubilación dorada en las costas del Mediterráneo o en las islas (Baleares y Canarias), la mayoría ha venido a trabajar, a buscar un futuro que les negaban sus países de origen. Han venido huyendo de la pobreza, la miseria y, en muchos casos, de las guerras. Y por esas mismas razones seguirán llegando mucho más.
Se trata de una situación similar a la que España y Europa vivieron durante el pasado siglo. La emigración masiva supuso para millones de europeos la posibilidad de sobrevivir y prosperar. Paradójicamente, hoy la inmigración masiva inquieta a buena parte de la opinión pública del viejo continente. El miedo al inmigrante y su criminalización se extiende cada vez más. La desmemoria aumenta.
Adolfo Dufour es un documentalista español de larga trayectoria. Y acaba de estrenar Camino a casa (La 2, RTVE), una serie documental de seis capítulos que narra la diáspora de la emigración española desde 1940 hasta 1980 y que pretende ser una fuente de experiencia y conocimiento para entender el fenómeno migratorio que acoge hoy España.
A continuación, la entrevista que mantuvo con Teína.

¿Cómo surgió la idea de realizar esta serie?La serie surge como resultado de la creciente preocupación por el fenómeno de la inmigración que registra nuestro país. Hoy, España es un país desarrollado económicamente que acoge una situación que otros países europeos ricos ya habían experimentado de manera paulatina hace décadas. A nosotros, debido a que antes éramos más pobres, nos ha llegado como un aluvión, de forma muy rápida y en relativamente poco tiempo, lo que origina desconcierto en algunos sectores. Aunque es justo decir que una gran parte de la sociedad española ha recibido de forma abierta a los emigrantes.
¿Cuáles son los objetivos que se ha fijado?Sobre todo, refrescar la memoria de los españoles. No hace mucho que también fuimos emigrantes. Pensamos que dar voz a los protagonistas de aquella gesta era un buen método para ver que los problemas, sustancialmente, son los mismos y que la experiencia de esos españoles que emigraron, relatando sus alegrías y sinsabores, sus sentimientos, sus logros y fracasos y la ayuda que recibieron en los países de acogida podía ser una voz cualificada que calase en el pensamiento y el sentimiento de la sociedad española. Por otro lado, al hacerlo, recordábamos el importante papel que los emigrantes españoles desempeñaron para el desarrollo económico (a través de las divisas que mandaban) y el desarrollo de las ideas democráticas en España. Por eso, me creo la España actual, algo desmemoriada, tiene una deuda pendiente con todos esos emigrantes españoles a los que se les debe, al menos, el reconocimiento social que merecen.
Usted señala que España es hoy un país de inmigración, pero que hasta hace no mucho eran los españoles los que emigraban, incluso «sin papeles» para buscar un futuro mejor. Sin embargo, en la actualidad, parece no recordarse ese pasado. ¿Cómo ve esta situación?Recordar es una buena manera de alimentar la inteligencia. Como dice un antiguo emigrante español en Bélgica: «El racismo es una cuestión de ignorancia». La desmemoria respecto a nuestro pasado puede ocultar un cierto egoísmo: ahora que somos algo más ricos, que vengan todos muy regulares, muy controlados y sólo a trabajar en lo que no queremos. Pero resulta que quienes vienen son personas iguales a nosotros, que llegan a colaborar con nosotros y que tienen derecho a intentar progresar como lo hicimos los españoles. Recordemos... y veamos con mayor claridad, vivamos la historia reciente como algo vivo y en movimiento, que nos ayude a entender la interculturalidad de nuestro mundo contemporáneo, de nuestras ciudades enriquecidas social, económica y culturalmente por esa amalgama de personas, de ideas, de sueños compartidos. Solucionemos los problemas y no achaquemos los males a la emigración. La delincuencia no tiene que ver con los emigrantes, sino por un lado con los terribles contrastes entre la gran riqueza y la extrema pobreza y, por otro, con mafias ajenas a este proceso, que no son emigrantes, sino delincuencia organizada internacional que se instala en países ricos donde corre el dinero fácil y se puede lavar con facilidad.
Es importante ejercitar la memoria histórica, ¿no?Claro. Miremos lo que cuentan honrados emigrantes españoles que recuerdan cómo cuando había algún acto delictivo en algún país europeo, se culpabilizaba a los emigrantes. Bastaba que un miembro de la comunidad española cometiese algún delito para que se criminalizase a toda la colectividad. Si los españoles lo sufrieron en sus propias carnes, aprendamos para no ser igual de injustos y recordemos la cantidad de riqueza que generaron los españoles en los países europeos y americanos de acogida, tanta como la que hoy crean los emigrantes sudamericanos, subsaharianos y magrebíes en nuestro país. Por otro lado, igual que los emigrantes españoles se desarrollaron social, cultural y políticamente por la convivencia con los ciudadanos de los países a los que emigraron, también lo hacen los inmigrantes en España que trasladan a sus países de origen ideas sociales avanzadas y democráticas.
EL BLINDAJE DE EUROPA
España en particular y los países de Europa en general han sido históricamente países de emigrantes. Pero actualmente, y cada vez más, buscan cerrarse a cal y canto y blindar sus fronteras. ¿Piensa que la política de «más vallas y más controles» sirve para algo?
Es curioso, pero la política de vallas y controles sólo se aplica a los seres humanos pobres. Con la llamada globalización, muchas personas pensaron en la posibilidad de un progreso generalizado que terminase con la miseria endémica de numerosos países africanos y americanos. Pero la realidad ha sido distinta: la globalización hoy es, ante todo, la inmediatez, la ganancia instantánea para los grandes capitales y un filón para las naciones ricas que dominan la gestión y el comercio. Luego, el resto; y en ese resto están millones de personas de lugares empobrecidos de África y América que, sin embargo, poseen valiosísimas materias primas. Paradójicamente, a los escasos magnates ricos de esos países, se les recibe con agasajos; a los que se veta y discrimina es a los pobres. La pregunta es esa, si a los emigrantes se les discrimina porque son distintos culturalmente o porque son pobres. La política de vallas, como se ha visto, sólo conduce a más desgracia. Las fronteras son murallas muy débiles ante la tempestad del hambre. Hay que buscar otros remedios. Para ello hay expertos y, ya que la política está prácticamente profesionalizada, hay que pedirle a los políticos que intenten hallar esos remedios, que investiguen y que aporten soluciones justas e imaginativas, de la misma manera que exigimos a otros colectivos sociales y profesionales, como los médicos y los científicos, que se responsabilicen de su trabajo. Para poner vallas, no hace falta devanarse mucho la cabeza: es una solución burda y lesiva; para eso no hacen falta expertos ni políticos; se le ocurre a cualquiera sin inteligencia.
A raíz de la llegada a las Islas Canarias de cayucos con subsaharianos, algunos políticos y medios de comunicación han hablado de «invasión de inmigrantes». Paradójicamente, y como puede verse en el capítulo La fuerza del viento, en la década del 40 y 50 miles de canarios emigraron en precarias embarcaciones hacia Venezuela. Recordar esto ¿puede contribuir a comprender mejor la situación actual?
Los inmigrantes no invaden, tan solo llegan. Para invadir hay que tener espíritu bélico, poder, armas, afán de dominio, y los inmigrantes no traen nada de eso; son portadores de deseos de un futuro mejor, integración, trabajo, desesperación por salir de la miseria y voluntad de progreso. Como cuenta un emigrante canario —que a comienzos de los 50 viajó en velero y entró clandestinamente en Venezuela— respecto a las pateras que hoy llegan a las Islas Canarias: «Los tiempos han cambiado, pero la situación es la misma: huir de la miseria, como yo lo hice». El alarmismo creado por algunos políticos con el ánimo de sacar réditos electorales apelando a los sentimientos más mezquinos, al miedo y al egoísmo, se descalifican por sí mismos. Ayudemos a encontrar la solución, colaboremos a que se desarrollen los países pobres, repartamos de una manera más social y equitativa la riqueza que acumulamos los países europeos; aunque parezca paradójico, todos viviremos mejor; el mundo es generoso: hay para todos. Además, reconozcamos que desplazarse de un lugar a otro pacíficamente es un derecho inalienable de todo ser humano.

CULTURA Y EDUCACIÓN PARA EL ENTENDIMIENTO
Las enormes desigualdades existentes entre el mundo rico y el pobre no parece que se vayan a reducir en el corto plazo. Esto implica que las migraciones internacionales aumentarán. ¿Cómo creen que deben actuar los gobiernos y cómo prepararse las sociedades? Con justicia social. Y ello quiere decir reequilibrio económico, es decir, que la democracia política se corresponda con la económica, que la libertad alcance a todo el mundo, con comprensión, entendimiento, pacifismo, solidaridad, tolerancia.
¿Le parece que con la buena voluntad y el esfuerzo de algunos medios de comunicación, asociaciones y ONG alcanza para sensibilizar a la opinión pública? ¿O es necesario que los gobiernos y las instituciones públicas (las escuelas, por ejemplo) se impliquen a fondo?
Es necesario que los gobiernos y las escuelas se impliquen a fondo en propagar ese clima de entendimiento, comprensión y tolerancia. Pensar en uno mismo y en los demás como si fuesen tú mismo, ponerte a veces en su lugar. Como cuenta una emigrante española: «Nadie escoge el lugar donde ha nacido, ni la familia o las circunstancias sociales en las que nace». La cultura desde la infancia, una cultura abierta y libre, no impuesta ni dogmática, una revisión de la historia alejada de imperios, dominios, confrontaciones y guerras, basada en los auténticos héroes de la humanidad, muchas veces anónimos, basada en aquellas personas que con su esfuerzo contribuyeron al desarrollo humano, es decir, una historia de científicos, sabios, inventores, pensadores... de pueblos, de gentes, de solidaridad. La cultura es la mejor herramienta para erradicar lacras como la xenofobia o el racismo... y los gobiernos, como garantes del bien público, deben fomentarla en las instituciones y escuelas.
Para realizar la serie ha viajado por varios continentes y escuchado múltiples historias y testimonios. ¿Qué le ha dejado esta experiencia? Emoción y aprendizaje. Esos emigrantes a los que entrevisté, como se ve en los documentales, aportan experiencia, sabiduría y algunas soluciones; muestran que la emigración de los españoles no fue tan distinta de la que ahora llega a nuestro país. Muestran que sus corazones albergaron sentimientos parejos, que su nostalgia también fue infinita; que una gran cantidad salió pobre, prácticamente sin nada; unos fueron con contrato y otros muchos, sin papeles, no, y se les tildó de ilegales. No fueron en pateras, pero sí en veleros clandestinos que cruzaban en penosas condiciones el Atlántico. Son gente que trabajó en las arenas magrebíes, en las viñas argelinas, en la selva amazónica, en los Andes, en la sabana australiana, en las duras minas de Bélgica, en la industria europea, en los campos patagónicos; personas que comerciaron en ciudades sudamericanas, que limpiaron en hogares de París, que fueron temporeros agrícolas en Francia... Hacer esta serie me dio la posibilidad de conocer que los españoles también fuimos emigrantes pobres, clandestinos e ilegales.
Una experiencia intensa...Sí, porque también me emocionó la belleza de las personas. Esa belleza interior y solidaria que es capaz de dar el ser humano en las condiciones más extremas. Ver y escuchar como los emigrantes se unían ante las adversidades, se ayudaban, se acogían. Pero es también un recorrido de descubrimiento que puede ayudar a comprender los anhelos y las necesidades de los nuevos emigrantes que hoy quieren ser acogidos en España. He aprendido, como dice un emigrante español en Los Llanos (Venezuela), «Que el mundo es redondo y todos necesitamos unos de otros para seguir viviendo».

Fuentes: www.revistateina.org

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