Los españoles vuelven a emigrar cuatro décadas después. Antes se iban trabajadores sin cualificación. Ahora, personas con formación, universitarios especializados. Aunque no hay datos que lo atestigüen, es de suponer que son jóvenes: el paro juvenil supera el 50%. Pero no hay duda de que se van porque ya no encuentran puertas a las que llamar. En las últimas décadas, los flujos migratorios han variado en España significativamente: en medio siglo, ha pasado de país de emigrantes a país de inmigrantes. Y, ahora, vuelta al principio. Por lo menos en parte. En todas las tertulias de calle se ha convenido que lo mejor para un joven en estos momentos es irse al extranjero. Las estimaciones del INE que se conocieron el lunes apuntan a que eso está pasando. Indican que desde enero hasta septiembre se fueron casi 55.000 autóctonos, es decir, un 21,6% más que en el mismo periodo del 2011. «Es un incremento altísimo que no se registró ni a principios de los 80, cuando también había una crisis dura», afirma Pau Miret, sociólogo e investigador del Centre d'Estudis Demogràfics.
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Varias imágenes se agolpan en el resumen de estos años, de estas décadas. De entrada, los trenes llenos de españoles en dirección a Francia, Alemania, Suiza, Bélgica. Sus pasajeros, cientos de miles, compraron el billete en los años 60 y los 70 con la prosperidad como destino final. Muchos hombres y mujeres fueron operarios de fábrica en esos países. Muchas mujeres trabajaron como empleadas domésticas. Llegaron al corazón de Europa 20 años después que algunos exiliados de la guerra.
ANTECEDENTES / Eran ciudadanos que abandonaban su país y a menudo a sus familias para ganarse la vida. Los de los 60 sucedieron a laemigración económica española que eligió América en el primer cuarto de siglo. Aunque hay muchas lagunas estadísticas, se puede hacer un perfil del que se iba. A ello ayudan datos del Instituto Nacional de Estadística, números de la emigración española al continente europeo durante 1976. Aquel año, ya lejos del momento álgido del fenómeno migratorio, de 10.774 españoles que se fueron a Europa, 8.146 eran trabajadores de fábrica y 1.800, agricultores. El tercer grupo en número era, con 422 integrantes, el de los «trabajadores de los servicios, los deportes y las diversiones», según hizo constar el INE.
LAS PATERAS / Para el siguiente capítulo del resumen son necesarias las imágenes de los que después llegaron en masa, desde el sur, saltando fronteras, por mar, como fuera. Las primeras pateras eran conocidas poco antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Entonces EL PERIÓDICO enviaba reporteros a Marruecos para explicar que en Tánger se hacía cola para lograr un visado, obligatorio para entrar en España desde el 15 de mayo de 1991. Quienes demostraran que vivían en la península antes de esa fecha veían regularizada su situación. El comisario jefe de Algeciras, Miguel Ángel Fernández, dejó claro hasta qué punto era difícil ver lo que iba a pasar: «No hay datos objetivos para pensar que habrá más magrebís que intenten entrar clandestinamente en España, pero todo puede ser». No podía imaginar que cientos de miles de personas harían lo imposible por llegar a la que veían como la tierra prometida, y que muchos lo pagarían con la vida.
España seguía siendo un país con un porcentaje bajo de inmigración extranjera. En 1991 había 360.655 foráneos censados; un 0,91% del total. En el 2010, ya eran 5.747.734, un 12,2%. La cifra empezó a bajar en porcentaje solo este año: cayó a un 12,1%. Hace ya por lo menos cuatro años que la crisis empezó a provocar el adiós de foráneos. El 2011 fue el primer año en el que se fueron más personas de España de las que llegaron. En concreto, se fueron 507.740 (50.000 más de las que llegaron).
Sostiene Javier Bonomi, presidente de Fedelatina, la federación de las entidades latinas de Catalunya, que a los inmigrantes les pasa lo que después le pasará a la sociedad que les alberga. Y más o menos, aunque lógicamente no con las mismas cifras, eso es lo que está sucediendo. En cuanto la actividad económica se desplomó, los extranjeros perdieron su trabajo en la obra. Ahora, desde hace ya tiempo, es el arquitecto el que se ha quedado sin su empleo.
AMÀLIA SE VA / De la situación actual es ejemplo Amàlia, 41 años, barcelonesa, arquitecta y urbanista. Tiene el título desde 1996, pero desde 1992 ya trabajaba con algunos de sus profesores. Cuando empezó su carrera profesional, compaginó un despacho compartido con experiencias en otros equipos y en la Administración, en la que tuvo su último empleo. Hasta ahora, siempre cambió de trabajo por propia decisión. Lleva un trimestre sin empleo y calcula que dentro de seis u ocho meses estará en Inglaterra con su pareja: «Lo que tengo quedará en cuatro maletas. La idea es poner un pie en Inglaterra para luego ir a Canadá».
Fuentes: http://www.elperiodico.com
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