El fracaso personal y colectivo de toda una sociedad tiene una de sus más claras manifestaciones en la emigración. Nadie abandona a los suyos si no hay una razón (económica, generalmente) por medio. A ella se ven abocados quienes en su país de origen no ven salida personal ni colectiva a una situación, cuyo origen, desarrollo o solución, ya importa poco porque quien ha decidido hacer la maleta y marcharse a otro país lo hace cuando se encuentra al límite, cuando ya no hay forma de retrasar ni un día más la decisión.
Fuimos ya emigrantes en la década de los 60 del siglo XX. Cambiamos de papel en los 90 y principios de los años 2000. Ahora, en la segunda decena del siglo XXI, a los españoles nos vuelve a tocar "bailar con la más fea", a juzgar por los datos relativos al primer semestre de 2012, según los cuales han sido más de 40.000 los españoles que han salido con intención de emigrar, justo el doble que el año 2011.
Ahora, pues, no vale de nada resucitar aquellas viejas discusiones de si la ley de extranjería. que nos dio el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, era o no un coladero, ni hay urgencia alguna en su modificación para adaptarla a la nueva óptica política popular, porque, quienes todavía arriesgan sus vidas para cruzar el Estrecho toman a España solo como una etapa del camino, y no como punto de destino.
Vuelta a casa
Aún resuena en mi memoria la frase de una de las protagonistas de una serie de reportajes sobre la vuelta a su país de origen de muchos de los emigrantes que nos han ayudado durante los últimos años en España, queBernardo Pérez publicó en "El País" hace algunos meses. La pronunciaba una mujer dominicana, Isabel Sierra, de poco más de 50 años que, viéndose forzada por las circunstancias a abandonar el viejo continente, y a preguntas del colega, respondía que lo más valioso que iba a meter en su maleta después de 17 años en España era "Mi perfume..." Se trataba de un perfume francés que entonces le costó 8000 pesetas; una de las primeras cosas que adquirió que puede enmarcarse dentro del terreno de los caprichos y no de las necesidades, ese terreno sobre el que suele transitar casi siempre el emigrante. Como puede verse, más de 10 años después, todavía conservaba el frasco y parte del contenido que certificaba su pequeño primer triunfo. A juzgar por la respuesta, tampoco parecen haber habido muchos más...
Los españoles menores de 40 años, en situación de desempleo prolongado, han pensado ya alguna vez -en su inmensa mayoría- en la alternativa de emigrar. Otros, hijos o nietos de aquellos compatriotas que hace 50 o 60 años decidieron venirse a la ciudad, recorren ahora el camino de vuelta al campo, como penúltima alternativa antes de salir del país.
La campaña de la fresa en Huelva ha visto en 2012, por primera vez y desde hace años, como los españoles han superado al número de extranjeros que se dedican a la recogida de esta fruta. Una situación muy distinta a la que hace solo 3 años, en 2009, vivían los empresarios de la fresa onubense quienes, para cubrir la campaña, solicitaron 2.500 temporeros, y solo pudieron contratar a 1.500. Porque la mayoría de los parados españoles rechazó la oferta.
Este año también unos 15.000 trabajadores españoles HAN ACUDIDO a la vendimia francesa (aproximadamente, tantos hombres comomujeres). Todos ellos HAN TENIDO Alojamiento gratuito y HAN COBRADO 9 euros por hora mientras que en España la hora de trabajo en el campo se paga en torno a 6,20 euros. Un panorama nada alentador que nos hace caer en la cuenta de que, en los últimos cinco años, hemos retrocedido AL MENOS cincuenta.
Fuentes: http://andalucia.diariocritico.com
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