645.000 emigrados españoles
trabajan en Europa
Durante el último año enviaron a sus familias más
de 484 millones de dólares
Actualmente, hay en
Alemania 141.000 trabajadores españoes;
en Suiza, 77.000; en Holanda, 18.000;
en Bélgica, 15.000; en Francia, 339.000
y en otros países europeos, unos 41.000.
Es decir que hoy hay en Europa unos
645.000 trabajadores, sin contar los contingentes
residentes que, en Francia,
alcanzan cerca de ios 638.000, según ha
declarado ante las cámaras de Televiión
Española don Miguel García de
Sáez, director general del Instituto Español
de Emigración en el programa
«Tribuna TV», a preguntas de don Victoriano
Fernández Asís.
Refiriéndose al descenso producido en
la salida de nuestros trabajadores al
exterior, citó que mientras el pasado
año las ofertas de trabajo fueron de
78.000, la demanda de mano de obra en
el presente hasta el 31 de agosto último
era solamente de 43.000, siendo estable
la situación de esta tendencia.
Con relación a }i emigración de temporada,
localizada sobre todo en el sur
de Francia, manifestó el señor García
de Sáez qué durante el pasad oaño, estas
operaciones absorbieron más de
8 000 trabajadores. De ellos, 20.000 trabaja
ron en la remolacha; 4.144, en el
arroz; más de 8.000 en la recolección
de otros cereales y unos 66.000 en la
vendimia.
En América
Por lo que respecta a los contingentes
de trabajadores españoles en América,
citó que existían en Canadá unos
11.000; más de 17.000 en los Estados
Unidos; 70.000 en Méjico; más de 100.000
en Cuba; unos 6.000 en la República
Dominicana; alrededor de 42.000 en Centroamérica;
166.000 en Venezuela; 131.000
en Uruguay; 244.000 en Brasil; 802.000
en Argentina, y en otros países de Hispanoamérica,
repartidos, unos 78.000.
Respondiendo a una pregunta del señor
Fernández Asís sobre si estos españoles
envían dinero a España, el señor
García de Sáez manifestó que en
1964 las remesas producidas por nuestros
trabajadores fueron de 382,4 millones
de dólares visibles, a los que
habría que añadir otras formas de ahorro
muy difíciles de calcular, como objetos
enviados a la familia. El pasado
año, estos envíos de dólares alcanzaron
la cifra de 484,5 millones.
Motivos
Se refirió después a los motivos de
la emigración, y dijo que en una encuesta
celebrada entre 7.000 trabajadores
europeos, el 92'2 por 100 respondió
que había salido de España para ayudar
a su familia; el 91'3 por 100 lo había
hecho para ahorrar; el 89 por 100
lo hacía justamente para participar en
salarios más elevados; el 67 por 100,
por razones de vivienda; el 45 por 100,
para pagar deudas, y un 69 por 100, para
dar una oportunidad de educación
a sus hijos, mientras que sólo el 3 por
100 se iba de España por diferencias
políticas.
De todos estos emigrantes, el 51 por
100 procede del campo; el 18.6 de la
industrias fabriles; el 18 por 100 de la
construcción y sólo un 5,4 por 100 de
los servicios.
Política asistencial
Don Miguel García de Saéz, en el curso
del programa, afirmó que las operaciones
emigratorias están concertadas
con los diferentes países y gobiernos.
<La política asistencial —dijo— afecta
en primer lugar a la salida del trabajador
de sus ciudades, d_ -de sus pueblos;
se les forma llevando a cabo unos
cursillos de adaptación y se les acompaña
a la frontera con sus documentos.
En los seis últimos años, los documentos
extendidos por e- Instituto han sido
cerca de 664.000».
Por otra parte, según añadió, en Iospasados
años se han repatriado 8.647
de Marruecos y sólo en 1°66, 1.342 emigrantes
de Cuba. Habló también de las
becas concedidas a hijos <nc trabajadores
que actualmente son 9.600 con un
gasto para el Estado de 150 millones de
pesetas. Hay también 966 centros sociales,
de los cuales, 243 son .'uropeos y
723 están en América.
También se refirió a la formación del
emigrante que cuando regresa «tiene
más disciplina y un especial rigor y
aporta una nueva personalidad a toda Ja
comunidad de los trabajadores españoles.
CARTA ABIERTA A TOMAS SALVADOR
Cuba y los emigrantes españoles
Te ha sorprendido usted, Tomás
Salvador, con su artículo "Cuba y
su actualidad", publicado el día 22 de
septiembre en este mismo periódico
Y creo, sinceramente, que, al intentar
usted un amable comentario acerca
de mi libro "Los padrenuestros y el
fusil", ambientado en la Cuba prefidelista,
ha escamoteado su propósito
inicial y ha derivado la cuestión hacia
uno de los aspectos que, deliberadamente,
se soslayan en mi obra. Cuando
apenas rozo en algunos de los relatos
de "Los padrenuestros..," la problemática
de los emigrantes, procurando
lógicamente, que las apreciaciones en
tal sentido aparezcan siempre en boca
de los criollos —no de m;, el autor—,
usted señala que hay "un aspecto sumamente
injusto", "denigrante" hacia
los compatriotas nuestros que se van
a hacer'la América.
Tomás Salvador, sus palabras no
son consecuentes con el contenido de
mi libro; en él no aparece, ni remotamente,
actitud malévola alguna hacia
el emigrado español. Si hay uno o
dos personajes que se expresan, por
su cuenta y riesgo, de una manera
despectiva o resentida acerca de los
"gallegos", se debe ello, sencillamente;
a que tales personajes, recogidos por
mí de la vida real, obedecen -—¿por
qué no decirlo?— a cierto sentimiento
de escasa simpatía muy generalizado
entre un gran sector de los criollos
hacia España. No, señor: ciento cincuenta
o doscientos años de independencia
no han arreglado las cosas,
como usted supone.
He conocido en Santo Domingo, en
Cuba, en Haití, a cientos de españoles
admirables; sencillas gentes que habían
arribado a aquellas playas con
cuatro harapos sobre los huesos y muchas
ilusiones en el corazón; hombres
y mujeres que, puestos los ojos a diario
en la lejana aldea abandonada, no
lograban, no querían americanizarse,
por amor a España. Habían luchado
fieramente por abrirse paso en su
nuevo ámbito; los empleos más serviles,
en eíecto, los oficios más bajos
eran su cotidiano bregar. Y sólo soñaban
con una cosa: volver. Y se iban
haciendo viejos. Y les nacían hijos. Y
les llegaban las cartas de la tierra lejana
pidiendo dinero y ellos giraban
unos pesos para una carretera nueva,
para un funeral, para abrir un pozo en
el prado... Y un día, cargados de plata,
los "gallegos" tomaban su corbata
chillona y su automóvil deslumbrante
y desembarcaban en Vigo o en Gijón.
Todo muy bien hasta aquí. El "gallego"
es un luchador venerable. Veamos
la otra versión. Porque estos sencillos
emigrados de España, Tomás
Salvador, estas pobres gentes trashumantes
que trabajan y trabajan con
la cabeza gacha y se afanan por regresar
con la bolsa repleta a su tierra
natal; estos desarraigados oue, desde
Cuba, Santo Domingo o Venezuela,
escriben cartas al pueblecito español
perdido en un rincón de Asturias o
de Galicia; preguntando a menudo
cosas de la vaca, del arado nuevo, de
la finca que linda con la otra finca,
del señor cura, de las campanas de
la iglesia; de las romerías con gaita,
de la cosecha de manzana; estos
desarraigados provisionales son muy
respetables desde el lado español, pero
hay que estudiarlos atentamente desde
el otro extremo, desde donde los ve
mi libro: desde el corazón de Venezuela,
Cuba o Santo Domingo.
Vamos a ver. Usted y yo, Tomás
Salvador, somos ahora dos negros cu-
¡ baños; hemos nacido en ía provincia
de Pinar del Río, y nos ha contratado
don Manuel Corripio, un asturiano
que tiene negocios de azúcar en un
barrio habanero. Usted y yo tenemos
la misión —porque apenas sabemos
leer, porque es 1958. porque somos
negros— de cargar con sacos de azúcar
de un lado al otro del almacén,
de acuerdo con lo que le conviene a
don Manuel Corripio. Usted y yo ganamos
60 pesos al mes, pero necesitamos
40 más para poder vivir casi como
una persona decente; usted y yo, cubanos
como las palmeras pinareñas,
vemos que don Manuel ingresa diariamente
en su cuenta corriente del
Royaí Bank of Canadá, del Trust
Company of Cuba o del Firts National
Bank of New York in Havana, fuertes
sumas de pesos; usted y yo no ignoramos
nunca que don Manuel quiere
volver a España muy rico; usted y yo
no entendemos en absoluto de política,
pero en nuestra casucha de madera
del barrio de Las Yaguas nos
aguarda una mulata que nos quiere y
nos guisa, cuando tiene con qué, el
arroz y los fríjoles; usted y yo hemos
oído muchas veces que nuestra Isla es
muy fértil y muy rica; usted y yo tenernos
que acudir al almacén de don
Manuel incluso los domingos, porque
don Manuel tiene prisa en enriquecer;
usted y yo pedimos un día un préstamo
de 10 pesos a don Manuel y él nos
lo niega; o le pedimos cinco centavos
para comprar hielo y don Manuel nos
contesta que el agua del tiempo está
buena, que la bebamos así; usted y
yo, naturalmente, no simpatizamos
mucho con don Manuel Corripio, honorable
emigrado español. Aunque
este señor vaya a misa todos los días
de fiesta, aunque sea un buen emigrado;
Usted y yo hemos sabido que
andan patrullando la Sierra Maestra
unos hombres que traen este "slogan":
"Cuba, para los cubanos". Y usted y
yo, Tomás Salvador, queremos, lógicamente,
que estos hombres bajen
pronto de las breñas, a ver qué pasa.
He generalizado. No hablo de los
millares de españoles que se sacrifican
años y años para reunir una pequeña
fortuna y regresar a su querido
rincón a ser felices con los suyos.
Tampoco hablo de los millares de españoles
que han sido ásperos mayorales,
inhumanos negreros o dueños de
prostíbulos, cuando cualquier medio
era lícito para amontonar dinero en
la trastienda. Hablo, sencillamente, de
unas gentes que a usted y a mí, Tomás
Salvador, nos duelen, porque también
son de España. Hablo de unas
gentes que los criollos rechazan, con
su razón. Como españoles, estos hombres
han sido valientes, audaces y generosos
al volver; como inmigrantes
en Cuba, han sido —a los ojos de los
cubanos de mi libro— simples extranjeros
que llegan, hacen dinero a costa
de pocos escrúpulos y se van otra vez.
Para terminar, permítame aludir a
unos tópicos en que usted, lamentablemente,
ha caído. No hay negros indolentes.
(Hay, por desgracia, negros
analfabetos, negros maltratados, ñeros
animalizados.) No hay mulatos
rencorosos. (Hay mulatos que recuerdan
todavía que sus abuelos fueron
esclavos de los españoles.) No hay
criollos con ínfulas. (Hay criollos que
quieren hacer valer sus derechos,
como cualquier ser humano.)
Muchas gracias, Tomás Salvador,
por haberse ocupado de mi libro.
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