jueves, 16 de mayo de 2013

Alemania: Inmigrantes sufren discriminación


ASSOCIATED PRESS

En las sombrías callejuelas de Berlín y otras ciudades de Alemania, mujeres con el cabello cubierto van al mercado a comprar carne de ternera y hojas de palma, mientras los ancianos pasan el tiempo en cafés, hablando en turco y leyendo diarios en turco.
Más de 3 millones de personas de origen turco viven en Alemania, un legado que quedó del programa que implementó la Alemania Occidental durante la Guerra Fría para reclutar a gente extranjera como trabajadores temporales para reconstruir al país tras la Segunda Guerra Mundial.
Lo que comenzó como un programa temporal ha transformado la sociedad alemana al punto que hoy proliferan las mezquitas, las tiendas árabes y los restaurantes de comida árabe.
La experiencia alemana con los "trabajadores extranjeros temporales" podría servir de guía para Estados Unidos en estos momentos en que se debate una reforma migratoria, al iluminar el debate sobre si se debe otorgarle ciudadanía a obreros extranjeros no calificados, o si se deben otorgar más visas a extranjeros para que puedan trabajar.
Décadas después de que concluyó en los años 70 el programa de trabajadores extranjeros, el país todavía hace esfuerzos por integrar a su población turca, el segundo mayor grupo de inmigrantes después de los alemanes venidos de la ex Unión Soviética o de otros países.
"Cuando un país atrae inmigrantes para trabajar, es muy difícil decirles después que se tienen que regresar", dice Goecken Demiragli, una trabajadora social cuya abuela vino a Berlín desde Turquía en 1968. "Ese fue el gran error, pensar que si no los necesitamos se van a ir".
Al comienzo, Alemania no pensó que necesitaría darle un proceso de integración a los inmigrantes.
Los alemanes estimaron que el sistema rotatorio de trabajadores temporales, en el que obreros de Turquía, los Balcanes y el sur de Europa trabajarían en las fábricas, funcionaría de modo que después de un par de años se regresarían a sus países, y serían reemplazados por otros inmigrantes en caso de necesidad.
Pero los empresarios de las fábricas se cansaron de tener que entrenar a otra ola de obreros cada dos años y persuadieron a las autoridades a aprobar las prórrogas de las visas.
Muchos inmigrantes, especialmente jóvenes turcos que huían del sofocante desempleo en su país, optaron por quedarse en Alemania, trajeron a sus familias y echaron raíces y construyeron sus vidas, a pesar de la discriminación en la educación, la búsqueda de vivienda y la búsqueda de empleo.
Aunque los inmigrantes podían obtener la residencia legal, no podían solicitar la ciudadanía hasta 15 años después de residir en el país, aunque luego el plazo fue reducido. Debido a que no sabían alemán y no había asistencia del estado para aprenderlo, se les hacía difícil conseguir empleo o cupos universitarios.
Como resultado, la comunidad turca permanece como unas de las menos integradas de la sociedad alemana, según el Instituto de Berlín para la Población y el Desarrollo.
Los críticos de la inmigración culpan a los propios turcos por su falta de integración, afirmando que se aíslan, se niegan a abandonar sus tradiciones rurales y se niegan a aprender alemán y a aprovechar las oportunidades educativas. Señalan que más del 90% de los matrimonios turcos son entre sí, lo cual es en parte debido a las restricciones en contra de casarse con gente fuera de su religión.

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