La madrugada de ayer pensé que era una broma. En España, una empresa llamada Avanza, externalización de servicios, puso un anuncio en dos portales de empleo, Infojobs y Laboris, para reclutar personal. La empresa tenía dos vacantes para repartir “bollería”, esto es pan, a partir de las cuatro de la mañana de lunes a sábado. El salario ofrecido era de 12 mil 220 euros al año, esto significa alrededor de 18 mil 115 pesos al mes, salario bruto.
La descripción del trabajo es obvia: hay que cargar productos en una camioneta, repartir la mercancía en una ruta establecida, entregar y recibir notas y facturas, así como depositar el dinero en efectivo en el banco. Todo esto en las comunidades de Villaverde, Coslada y Alcorcón, en la zona este y sureste de la capital española. Los requisitos mínimos para obtener las plazas: buena presencia, vehículo propio, licencia de manejo, ser persona seria y responsable, y ser licenciado en administración de empresas, diplomado en ciencias económicas o similar.
El maestro José Pagés Llergo, para burlarse de las deficiencias del sistema educativo mexicano solía amenazar precisamente con poner en los periódicos un anuncio: se solicitan licenciados con bicicleta, para el reparto de su revista Siempre!
La realidad mexicana era que la clase media del país, en una sociedad que no tiene idea de lo que es planificación educativa ni orientación vocacional, las universidades públicas de México se atiborran sin ton ni son, sacando hornadas de abogados que no podían encontrar trabajo en ninguna parte. Igual había pasado antes con la carrera de ingeniería e iba a pasar con las escuelas de arquitectura poco después: hoy con los licenciados en ciencias y técnicas de la comunicación.
En el caso del anuncio español se trata de un cruel indicador del índice de desempleo que abate España, acercándose peligrosamente a 30% de la población apta para el trabajo. Uno de cada tres españoles está en lo que allá se llama paro y aquí miserable desempleo. Valga indicar que por la mañana, hora de México, ya no se aceptaban más solicitudes para las plazas de repartidores de lujo: ya se habían cubierto. En México comienza a pasar lo mismo. Las universidades se han convertido en maquinaria insaciable e incansable que convierte a miles de jóvenes en carretadas de inútiles seres humanos con un diploma para especialidades que no tienen vacantes, y una negra perspectiva delante suyo.
España está comenzando a revivir una etapa de su historia reciente. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, con una economía destrozada por una crudelísima guerra civil, el franquismo se sostuvo durante decenios sobre dos pilares esenciales: una férrea dictadura con extrema limitación a las libertades cívicas y sociales, y una masiva emigración a las economías de Europa Occidental que comenzaban a reponerse y necesitaban brazos. De esta suerte, uno se encontraba trabajadores agrícolas, obreros, cocineros, camareros españoles en los campos, fábricas, hoteles y restoranes de Alemania, Suecia, Suiza, Francia o Inglaterra. Los braceros españoles mantuvieron a flote la economía de España de la misma manera que nuestros migrantes de Estados Unidos evitan con sus remesas que México se hunda. España llegó a ser así la décima economía del mundo.
Hoy, paradójicamente, los expertos en reclutamiento de personal le recomiendan a los calificados graduados universitarios españoles que no encuentran trabajo en la económicamente maltrecha Europa, que busquen chamba en Brasil, Colombia… o México.
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