EN su mensaje de Navidad, el Rey hizo una referencia directa al "sacrificio de todos los españoles que dejan ahora nuestro país para conseguir mejores condiciones de vida para ellos y sus familias". Esta alusión equivalió a un reconocimiento en toda regla de que España vuelve a ser un país de emigrantes. No de inmigrantes, como ha sido durante los dos últimos decenios, al recibir a cientos de miles de latinoamericanos, norteafricanos o europeos; sino de emigrantes que dejan España, rumbo a EE.UU., el Reino Unido, Francia o Alemania, en pos del sustento que la crisis les ha negado en su país.
Este reconocimiento es bienvenido, como cualquier otro que no enmascare la realidad. En particular, después de que Marina del Corral, secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, pronunciara unas sonrojantes declaraciones, hace un mes, en las que atribuía la partida de decenas de miles de jóvenes españoles, víctimas del paro, a su "espíritu aventurero". Las dimensiones de la nueva emigración española son lo suficientemente grandes como para evitar cualquier análisis de tamaña frivolidad. Del 2008 al 2010, el primer trienio de la crisis, el número de emigrantes se mantuvo alrededor de los 25.000 anuales. Pero en el 2011 saltó a casi 38.000. Y en el 2012 podría situarse sobre los 50.000.
La historia -suele decirse- se repite. A grandes rasgos, eso puede ser cierto. Pero conviene distinguir los matices. El franquismo apreciaba mucho las remesas de divisas que remitían los emigrantes españoles, por lo general poco cualificados, y no tenía prisa por verlos regresar. Ahora es distinto. Ahora son titulados, y la Constitución insta al Estado a velar por su retorno. Como muy bien dijo el Rey, "la experiencia y la preparación \[de aquellos que hoy emigran] constituirán a su regreso un importantísimo efecto dinamizador de nuestra economía". Que así sea. Y cuanto antes, mejor.
Leer más: http://www.lavanguardia.com/opinion/editorial/20121231/54358466667/los-nuevos-emigrantes.html#ixzz2GcCCvitA
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lunes, 31 de diciembre de 2012
lunes, 10 de diciembre de 2012
miércoles, 5 de diciembre de 2012
El número de españoles que emigran aumenta un 21,6% desde que gobierna Rajoy
El número de españoles que tomó la opción de emigrar en los primeros nueve meses ha aumentado un 21,6 por ciento durante los primeros nueves meses del año en comparación con el mismo periodo del año pasado, según las estimaciones de población actual difundidas este martes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Desde enero de 2011 han emigrado casi 1 millón de personas de España.
ARTÍCULOS RELACIONADOS
En total, entre enero y septiembre de 2012, un total de 420.150 personas abandonaron el país, frente a los 382.611 del año pasado (un 9,8% más). De ese total de emigrantes, 54.912 eran españoles (un 21,59% más que en el mismo periodo de 2011) y 365.238 eran extranjeros (un 8,2% más).
Récord en septiembre
El mayor número de salidas de españoles, ya sean nacidos en el país o extranjeros, se produjo en el mes de septiembre, cuando se registraron 6.924 salidas, seguido de febrero con 6.428 personas que tomaron la decisión de ir al extranjero y marzo, con 6.389 salidas. La cifra más baja en lo que va de año se registró en el mes de abril, con 5.531 casos, según los datos del INE.
El mayor número de salidas de españoles, ya sean nacidos en el país o extranjeros, se produjo en el mes de septiembre, cuando se registraron 6.924 salidas, seguido de febrero con 6.428 personas que tomaron la decisión de ir al extranjero y marzo, con 6.389 salidas. La cifra más baja en lo que va de año se registró en el mes de abril, con 5.531 casos, según los datos del INE.
Casi un millón
Desde enero de 2011, han emigrado de España un total de 927.890 personas, de las cuales 117.523 eran españoles y 810.367 eran extranjeros. Por género, la mayoría de emigrantes han sido hombres, 542.724, aunque la emigración de mujeres también ha sido grande, 385.166 mujeres han dejado el país desde enero de 2011.
Desde enero de 2011, han emigrado de España un total de 927.890 personas, de las cuales 117.523 eran españoles y 810.367 eran extranjeros. Por género, la mayoría de emigrantes han sido hombres, 542.724, aunque la emigración de mujeres también ha sido grande, 385.166 mujeres han dejado el país desde enero de 2011.
Pérdida de población
Teniendo en cuenta la diferencia entre los que entraron en el país y los que salieron, en lo que va de 2012, España ha perdido 137.628 personas. Más concretamente, la diferencia entre los españoles que regresaron al país y los que se fueron fue en los nueve primeros meses del año negativa, de 25.539 personas, y la diferencia entre extranjeros que entraron y abandonaron el país fue también negativa, de 112.089 personas.
Teniendo en cuenta la diferencia entre los que entraron en el país y los que salieron, en lo que va de 2012, España ha perdido 137.628 personas. Más concretamente, la diferencia entre los españoles que regresaron al país y los que se fueron fue en los nueve primeros meses del año negativa, de 25.539 personas, y la diferencia entre extranjeros que entraron y abandonaron el país fue también negativa, de 112.089 personas.
Fenómeno nacional
Además, por primera vez en los últimos años, este saldo entre inmigrantes y emigrantes fue negativa en todas las comunidades autónomas en el caso de los españoles, siendo Cataluña en donde la diferencia entre españoles que volvieron a la comunidad autónoma y los que se fueron fue mayor, con un saldo negativo de 6.521 personas, seguido de la Comunidad de Madrid, con un saldo negativo de 5.518 personas.
Además, por primera vez en los últimos años, este saldo entre inmigrantes y emigrantes fue negativa en todas las comunidades autónomas en el caso de los españoles, siendo Cataluña en donde la diferencia entre españoles que volvieron a la comunidad autónoma y los que se fueron fue mayor, con un saldo negativo de 6.521 personas, seguido de la Comunidad de Madrid, con un saldo negativo de 5.518 personas.
Frenazo a la inmigración
En cuanto a la inmigración, también se ha ralentizado con la crisis económica. En lo que va de año figuran 282.521 llegadas a España (un 18,3% menos que en el mismo periodo del año anterior), 29.373 de las cuales fueron de españoles (un 7,3% menos). Mientras, la inmigración de extranjeros se ha frenado respecto a los primeros nueve meses de 2009 un 19,4 por ciento, de los 314.191 inmigrantes llegados hasta octubre en 2011 a 253.149 en lo que va de 2012.
En cuanto a la inmigración, también se ha ralentizado con la crisis económica. En lo que va de año figuran 282.521 llegadas a España (un 18,3% menos que en el mismo periodo del año anterior), 29.373 de las cuales fueron de españoles (un 7,3% menos). Mientras, la inmigración de extranjeros se ha frenado respecto a los primeros nueve meses de 2009 un 19,4 por ciento, de los 314.191 inmigrantes llegados hasta octubre en 2011 a 253.149 en lo que va de 2012.
Más emigración, menos inmigración
Esta tendencia, en la que aumenta la emigración y desciende la inmigración, se ha ido apuntando a medida que avanzaba la crisis económica y se consolidó en 2011, el primer año en una década que registró más movimiento de emigración que de inmigración en España, con una diferencia de 57.182 personas. En total, el año pasado salieron de España 507.740 ciudadanos, frente a las 403.013 emigraciones registradas en 2010, y las 433.612 de un año antes. En estos tres mismos años entraron en el país 457.650, 465.169 y 480.974 personas, respectivamente.
Esta tendencia, en la que aumenta la emigración y desciende la inmigración, se ha ido apuntando a medida que avanzaba la crisis económica y se consolidó en 2011, el primer año en una década que registró más movimiento de emigración que de inmigración en España, con una diferencia de 57.182 personas. En total, el año pasado salieron de España 507.740 ciudadanos, frente a las 403.013 emigraciones registradas en 2010, y las 433.612 de un año antes. En estos tres mismos años entraron en el país 457.650, 465.169 y 480.974 personas, respectivamente.
fuentes http://www.elplural.com
martes, 27 de noviembre de 2012
El legado del exilio
La experiencia traumática de la Guerra Civil y del exilio no sólo ha llegado a nuestros días a través del testimonio fotográfico de Robert Capa, Manuel Moros, Auguste Chauvin, Agustí Centelles o Francesc Boix, el fotógrafo de Mauthausen, por citar sólo a algunos.
Los numerosos artistas, intelectuales y políticos que engruesan las filas del éxodo de 1939 nos han legado una importante producción artística, literaria y científica.
En el ámbito de las artes plásticas, muchos artistas dejaron testimonio de su experiencia. Antoni Clavé, Josep Franch-Clapers, Carles Fontserè, Nicomedes Gómez, Josep Bartolí, Josep Subirats, Manolo Valiente, José Lamuño... son algunos de estos creadores. En el MUME se puede disfrutar de la visión de una parte de la obra de Josep Franch i Clapés (Castellterçol, 1915–Saint-Rémy, 2005) que muestra la vida en los campos de concentración franceses y en los batallones de trabajadores extranjeros.
La literatura catalana fue muy prolífica en esos años de destierro. Nabí de Josep Carner, las Corrandes d’exili de Joan Oliver «Pere Quart», las Elegies de Bierville de Carles Riba, Els Fugitius y Els Vençuts de Xavier Benguerel o K.L. Reich de Joaquim Amat-Piniella son algunas de las obras que sólo se pueden explicar desde la perspectiva del exilio de sus autores. Para ellos, la literatura fue el oasis de libertad que su condición de exiliados no les permitía sentir. A través de la lengua materna se reencontraban con la patria que habían tenido que dejar contra su voluntad y materializaban con la escritura los sentimientos, angustias y miedos de la vida cotidiana.
Asimismo, el testimonio directo de la Guerra Civil y el exilio de historiadores como Ferran Soldevila, recogido en los Dietaris de l’exili i el retorn, o de Antoni Rovira i Virgili en Els darrers dies de la Catalunya Republicana, se han convertido en obras de consulta obligatoria para todas aquellas personas interesadas en este periodo histórico.
También fue muy prolífica la prensa escrita ya en desde los primeros momentos en los campos de concentración franceses. Además de Francia, el otro país rico en publicaciones en catalán fue México.
Entre esta prensa periódica cabe distinguir publicaciones a menudo más efímeras, vinculadas a partidos políticos y sindicatos como La Humanitat, Treball oEndavant. Otras publicaciones periódicas relevantes fueron Revista de Catalunya, El Poble Català, Quaderns de l’Exili o la Revista dels catalans d’Amèrica.
En algunos países receptores, la llegada de exiliados republicanos contribuyó a dar un nuevo impulso a publicaciones ya existentes creadas por emigrantes catalanes en países como Chile y Argentina como es el caso de las revistas Germanor o Ressorgiment.
En esta sala dedicada al legado del exilio, además de artistas y escritores, también tienen cabida, entre otros, políticos, resistentes y hombres de ciencia. Todo ello indica que el exilio republicano tuvo también una relevancia cualitativa indudable. Las pérdidas en capital humano y científico fueron enormes y en muchos sentidos irrecuperables. Sin embargo, a pesar de todos estos obstáculos, en el exilio se iniciaron y desarrollaron grandes carreras artísticas y científicas de las que, a menudo, se beneficiaron los países de acogida, especialmente México y algunos otros estados latinoamericanos.
Como clausura de esta sala dedicada al legado del exilio, hay una pequeña estancia que recuerda varios ampurdaneses exiliados, un espacio de fotografía contemporánea (Alfred Mauve) relativo a los lugares de paso hacia el exilio del Empordà y una vitrina donde se recogen testimonios y herencias documentales del exilio, donde, de forma alternativa, se muestran donaciones y cesiones de los protagonistas del exilio republicano desde una óptica más individualizada y personal. En este espacio actualmente se pueden ver documentos relativos al maestro gerundense exiliado Josep Mir Fabrech (Sant Feliu de Guíxols, 1912 - Narbona, 2003).
domingo, 25 de noviembre de 2012
Recuerdos casi olvidados
De tiempo en tiempo me acerco a los registros de Ellis Island para realizar, una vez más, la misma búsqueda. Empiezo buscando a Francisco Bernabé. Luego a Francisco Bernabé López. Quito acentos. Sustituyo Francisco por Francesco. Busco a Francisco López (¿quizá tomaron su segundo apellido por su primer apellido?). Lo intento con tres o cuatro variaciones de Bernabé. Sigo las infinitas sugerencias que me da el buscador. El resultado siempre es el mismo: ni rastro de Francisco José Bernabé López.
Sobre Francisco José sólo conservo testimonios indirectos desgastados por el tiempo, un par de fotos llenas de silencios y la copia de su certificado de nacimiento. El testimonio más directo que conservo es de mi abuela, quien una mañana me dijo que su hermano Francisco se había quedado en América. La inmensa alegría que me invadió al imaginar la existencia de familiares lejanos se disipó en un instante cuando comprendí el verdadero sentido de aquellas palabras: Francisco había fallecido en América. En esta manera sencilla e indirecta de referirse a la muerte me pareció entrever un episodio demasiado doloroso, y aquella mañana preferí no indagar más sobre la vida y la muerte de aquel tío mío.
Mucho tiempo después volví a interesarme por la vida de mi tío Francisco José. Sobre él supe que nació en la comarca de Lubrín, provincia de Almería, el día 22 de junio de 1895. Era el mayor de los cuatro hijos de José Bernabé Serrano, natural de Albanchez, también en Almería, y de Luisa López Fernández, natural de Lubrín. Francisco José pasó probablemente la mayor parte de su infancia y su juventud en un caserío situado entre Albanchez y Lubrín. De este caserío emigraría en algún momento a Cuba junto a su padre José y a su hermano Roque. Más adelante emigraría a Norteamérica, y allí se quedó. Con la muerte de Francisco José se cumplieron las palabras de aquella chica dotada de sospechosas habilidades, quien un buen día le espetó con tono de amenaza si no te casas conmigo, no volverás de América. No se casó con aquella chica. Tampoco volvió de América.
No recordamos las fechas ni los lugares por los que Francisco José transitó y vivió. Sabemos que su hermano Roque pasó por Ellis Island procedente de Cuba en 1918, y que se dirigía a la casa de un tal José López residente en el 97 de Commerce St, Newark. Volvió a pasar por esta isla en 1920, esta vez en dirección a Youngstown, Ohio, donde le esperaba un tal José Cortés en el 385 de East Federal St. Y naturalmente sabemos que Roque estuvo en Buffalo, New York, como atestigua la fotografía que se tomó en el Estudio de Loffredo. Pero de Francisco José, ni rastro.
Conservamos, eso sí, una impactante fotografía tomada el día de su entierro. Junto a la entrada de un cementerio, se reúne un grupo de gente a ambos lados del ataúd del difunto, expuesto de cuerpo presente. El suelo está cubierto por una delgada capa de nieve helada. Es un día muy frío y soleado.
Detrás del ataúd, y ligeramente inclinado sobre el mismo, podemos reconocer el rostro abatido de su hermano Roque. Junto a Roque, un hombre de aspecto elegante y respetuoso, con el cabello echado hacia atrás y los ojos puestos en el difunto.
El resto de la comitiva está formado por medio centenar de personas, en su mayoría hombres jóvenes que no superarán los 30 años. Sus caras me resultan extremadamente familiares, a pesar de que casi cien años nos separan. Son sin duda los Cortés, los Sáez, los López, los Bernabé, los Carrión, los Aliaga, los Molina y los Ramos, que en su día bajaron de la Sierra de los Filabres y se embarcaron juntos en un trasatlántico rumbo a Norteamérica. Son vecinos, amigos, primos y hermanos de la Rambla Aljibe, de los Herreras, del Marchal, del Chive y de la Breña. De Lubrín y de Albanchez. Son mis emigrantes mediterráneos. Son el recuerdo de mis emigrantes mediterráneos.
Detrás del grupo reconocemos la verja del campo santo, indicado por un alto pilar de piedra coronado por una cruz, en el que podemos leer la palabra CEMETERY y el monograma compuesto por los caracteres IHS. Sobre la verja se aprecian los troncos y las ramas de algunos árboles desnudos que se entrecruzan en la imagen con desnudos postes de telefónos. Se asoman, al fondo de la estampa, los tejados de varias casa, todos ellos a dos aguas excepto un0, que es de tipo mansarda.
El fotógrafo se ha esforzado a todas luces por excluir de su obra cualquier rastro prosaico ajeno al propio drama y, con ello, ha conseguido frustrar una y otra vez mis intentos de encontrar la pista que necesito para desvelar las circunstancias de la muerte de Francisco José. Creemos recordar que fue en una mina o quizá en una fábrica. Dudamos si realmente nos contaron o acaso imaginamos que fue debido a una explosión, o a un derrumbamiento o al escape de alguna sustancia volátil nociva.
A día de hoy, esta fotografía es el único rastro material que tenemos sobre el paso de Francisco José por Norteamérica. Si puediese abrirme camino entre el compacto grupo de gente, quizá podría ver mejor el coche fúnebre, del cual sólo adivino débilmente su techo. Quizá podría leer la columna de sucesos que esa persona que nos da la espalda está hojeando. Quizá podría reconocer el nombre de una calle, o quizá podría leer el letrero de una tienda. El día que logre encontrar en esta fotografia esa pista que tanto deseo, conseguiré que me hable de toda una vida, y no sólo de toda una muerte.
Publicado en 1910, 1920, Cuba, EE.UU., Lubrín, Uncategorized | Etiquetado almería, Estados Unidos, lubrín | 1 comentario
La memoria de los emigrantes
OL RINCÓN BOROBIA
SANTA CRUZ DE TENERIFE Pocos conocen los tesoros documentales que guarda el Centro de Documentación de Canarias y América (Cedocam), pero son muchos e importantes. Se trata de incalculables riquezas que atestiguan las migraciones de los canarios al continente americano y lo que allí hicieron.
Ya sea a modo de papeles oficiales, de libros, de películas, de fotos o de discos, la sede del Cedocam, que este mes ha cumplido cinco años desde que se inauguró en pleno centro de La Laguna, guarda con celo los testimonios de una larga relación entre canarios y americano, que comenzó en el siglo XVI.
El director del centro y profesor de la Universidad de La Laguna, Manuel Hernández González, explica que entre los fondos a destacar se encuentra la biblioteca privada del palmero David Fernández, que fue profesor de la Universidad Central de Caracas (Venezuela) y a lo largo de su vida reunió 20.000 libros de literatura, historia, etnografía, medicina y otras materias.
Su familia donó su legado al Cedocam y entre su colección destacan las obras completas del escritor y lingüista Andrés Bello y del militar, político y humanista Francisco Miranda, ambos venezolanos.
David Fernández fue, además de profesor de Historia de Medicina, periodista. De hecho, llegó a dirigir el periódico El Drago, en Montevideo (Uruguay) y la revista Canarias Gráfica, de Venezuela. La historia que consiguió acumular este ilustre palmero está ahora en el Cedocam al completo y se puede consultar.
En realidad, todo el archivo del centro puede ser consultado por quien quiera con sólo presentar el DNI. Y excepto los volúmenes más delicados, los demás también pueden ser prestados.
Manuel Hernández informa que uno de los proyectos del centro es facilitar el catálogo de sus fondos en internet, y espera que pronto esté en la red. De momento, ya hay unos 30.000 volúmenes catalogados.
Mientras se termina este catálogo, hay que acercarse hasta allí y buscar entre las paredes de este lugar encajado en dos casas laguneras, una de ellas la Casa Fonseca Baulén, del siglo XVI. Su arquitectura típica, con su patio canario y sus elementos de madera, ofrece un ambiente relajado y dispuesto para el estudio y la investigación. En esta parte del centro se encuentra la biblioteca. En cuanto a la otra casa, del XIX, da a la calle Tabares de Nava y se aprovecha para realizar las labores de catalogación y guardar los fondos manuscritos y el archivo.
Recorrer las estanterías del Cedocam es seguir los pasos de los canarios en los países americanos y conocer cómo eran sus vidas allí, a qué se dedicaron, qué negocios levantaron, las vicisitudes por las que pasaron y cómo proporcionaron las islas. Dos de los fondos que el director del centro también destaca es el donado por el Consulado de Venezuela, que dejó más de 1.000 volúmenes, y el de la Casa Rómulo Betancourt, de La Orotava, que ofreció unos 500 libros.
Además, el centro tiene convenios con las universidades canarias, por lo que cualquier publicación sobre la historia de América también está en el Cedocam.
Manuel Hernández informa de que la riqueza del archivo es tal que muchos de los documentos no se pueden encontrar en el resto de Canarias ni en España. Por eso, no es raro ver investigadores que viajan desde la Península hasta La Laguna para documentarse.
Además de los libros que se consultan libremente en la biblioteca, el Cedocam tiene manuscritos muy valiosos que deben ser cuidados de forma especial y que para consultarlos hay que pedir permiso.
Entre ellos destacan los de los canarios Nicolás y Patricio Estévanez. El primero de los hermanos fue militar, político y traductor. A él se debe, por ejemplo, algunas importantes versiones en español, como La Política de Aristóteles, Obras escogidas de Séneca y Obras escogidas de Cicerón. Estuvo destinado en las Antillas, y también prestó sus servicios en Puerto Rico y Cuba, donde fue propuesto para comandante por méritos de guerra.
En cuanto al segundo, fundó y dirigió La Ilustración de Canarias, una de las dos grandes publicaciones que tuvo el Archipiélago en el siglo XIX. También fue director de Diario de Tenerife (1886-1917). También fue concejal de Santa Cruz de Tenerife y siguió a su hermano a París y Lisboa, donde trabajó en periódicos y continuó con sus traducciones.
Otros manuscritos que cuida el Cedocam son los del santacrucero Teobaldo Power, músico y compositor del que se conservan obras originales, como los Cantos Canarios, además de todo su archivo personal.
Música
El Centro de Documentación de Canarias y América tiene además una interesante colección de discos y películas. Uno de los objetivos del centro es digitalizar los discos que posee y que han sido hechos por canarios en Canarias o en América.
Entre ellos, destacan los de Ignacio Pérez González. Este fabricante de discos emigró a Venezuela y en 1950 abrió su propia fábrica en Caracas.
También se guarda la música de Juan Pulido, un canario que se fue a Cuba en los años 20 y que recibió el apodo de El emperador de la canción. El centro tiene más de cien canciones suyas.
El Cedocan posee un reproductor de discos de pizarra, con lo que pueden rescatar verdaderas joyas musicales y pasarlas a formatos más seguros.
En cuanto a las películas de la colección de este Centro de Documentación, se pueden ver directamente en el centro, en una pequeña sala habilitada para ello, y también están digitalizadas para su mejor conservación y manejo.
El fondo de fotografía es igualmente importante, con más de 4.000 imágenes antiguas de canarios que emigraron a América, o hechas por ellos. Una documentación gráfica que incluso ha sido expuesta al público en algunas ocasiones. Recientemente, el Cedocam ha llegado a un acuerdo con los emigrantes canarios para que cedan las fotos de sus vidas en los países de América y poder guardar una copia de ellas a modo de documentación con perspectiva histórica.
SANTA CRUZ DE TENERIFE Pocos conocen los tesoros documentales que guarda el Centro de Documentación de Canarias y América (Cedocam), pero son muchos e importantes. Se trata de incalculables riquezas que atestiguan las migraciones de los canarios al continente americano y lo que allí hicieron.
Ya sea a modo de papeles oficiales, de libros, de películas, de fotos o de discos, la sede del Cedocam, que este mes ha cumplido cinco años desde que se inauguró en pleno centro de La Laguna, guarda con celo los testimonios de una larga relación entre canarios y americano, que comenzó en el siglo XVI.
El director del centro y profesor de la Universidad de La Laguna, Manuel Hernández González, explica que entre los fondos a destacar se encuentra la biblioteca privada del palmero David Fernández, que fue profesor de la Universidad Central de Caracas (Venezuela) y a lo largo de su vida reunió 20.000 libros de literatura, historia, etnografía, medicina y otras materias.
Su familia donó su legado al Cedocam y entre su colección destacan las obras completas del escritor y lingüista Andrés Bello y del militar, político y humanista Francisco Miranda, ambos venezolanos.
David Fernández fue, además de profesor de Historia de Medicina, periodista. De hecho, llegó a dirigir el periódico El Drago, en Montevideo (Uruguay) y la revista Canarias Gráfica, de Venezuela. La historia que consiguió acumular este ilustre palmero está ahora en el Cedocam al completo y se puede consultar.
En realidad, todo el archivo del centro puede ser consultado por quien quiera con sólo presentar el DNI. Y excepto los volúmenes más delicados, los demás también pueden ser prestados.
Manuel Hernández informa que uno de los proyectos del centro es facilitar el catálogo de sus fondos en internet, y espera que pronto esté en la red. De momento, ya hay unos 30.000 volúmenes catalogados.
Mientras se termina este catálogo, hay que acercarse hasta allí y buscar entre las paredes de este lugar encajado en dos casas laguneras, una de ellas la Casa Fonseca Baulén, del siglo XVI. Su arquitectura típica, con su patio canario y sus elementos de madera, ofrece un ambiente relajado y dispuesto para el estudio y la investigación. En esta parte del centro se encuentra la biblioteca. En cuanto a la otra casa, del XIX, da a la calle Tabares de Nava y se aprovecha para realizar las labores de catalogación y guardar los fondos manuscritos y el archivo.
Recorrer las estanterías del Cedocam es seguir los pasos de los canarios en los países americanos y conocer cómo eran sus vidas allí, a qué se dedicaron, qué negocios levantaron, las vicisitudes por las que pasaron y cómo proporcionaron las islas. Dos de los fondos que el director del centro también destaca es el donado por el Consulado de Venezuela, que dejó más de 1.000 volúmenes, y el de la Casa Rómulo Betancourt, de La Orotava, que ofreció unos 500 libros.
Además, el centro tiene convenios con las universidades canarias, por lo que cualquier publicación sobre la historia de América también está en el Cedocam.
Manuel Hernández informa de que la riqueza del archivo es tal que muchos de los documentos no se pueden encontrar en el resto de Canarias ni en España. Por eso, no es raro ver investigadores que viajan desde la Península hasta La Laguna para documentarse.
Además de los libros que se consultan libremente en la biblioteca, el Cedocam tiene manuscritos muy valiosos que deben ser cuidados de forma especial y que para consultarlos hay que pedir permiso.
Entre ellos destacan los de los canarios Nicolás y Patricio Estévanez. El primero de los hermanos fue militar, político y traductor. A él se debe, por ejemplo, algunas importantes versiones en español, como La Política de Aristóteles, Obras escogidas de Séneca y Obras escogidas de Cicerón. Estuvo destinado en las Antillas, y también prestó sus servicios en Puerto Rico y Cuba, donde fue propuesto para comandante por méritos de guerra.
En cuanto al segundo, fundó y dirigió La Ilustración de Canarias, una de las dos grandes publicaciones que tuvo el Archipiélago en el siglo XIX. También fue director de Diario de Tenerife (1886-1917). También fue concejal de Santa Cruz de Tenerife y siguió a su hermano a París y Lisboa, donde trabajó en periódicos y continuó con sus traducciones.
Otros manuscritos que cuida el Cedocam son los del santacrucero Teobaldo Power, músico y compositor del que se conservan obras originales, como los Cantos Canarios, además de todo su archivo personal.
Música
El Centro de Documentación de Canarias y América tiene además una interesante colección de discos y películas. Uno de los objetivos del centro es digitalizar los discos que posee y que han sido hechos por canarios en Canarias o en América.
Entre ellos, destacan los de Ignacio Pérez González. Este fabricante de discos emigró a Venezuela y en 1950 abrió su propia fábrica en Caracas.
También se guarda la música de Juan Pulido, un canario que se fue a Cuba en los años 20 y que recibió el apodo de El emperador de la canción. El centro tiene más de cien canciones suyas.
El Cedocan posee un reproductor de discos de pizarra, con lo que pueden rescatar verdaderas joyas musicales y pasarlas a formatos más seguros.
En cuanto a las películas de la colección de este Centro de Documentación, se pueden ver directamente en el centro, en una pequeña sala habilitada para ello, y también están digitalizadas para su mejor conservación y manejo.
El fondo de fotografía es igualmente importante, con más de 4.000 imágenes antiguas de canarios que emigraron a América, o hechas por ellos. Una documentación gráfica que incluso ha sido expuesta al público en algunas ocasiones. Recientemente, el Cedocam ha llegado a un acuerdo con los emigrantes canarios para que cedan las fotos de sus vidas en los países de América y poder guardar una copia de ellas a modo de documentación con perspectiva histórica.
FUENTES LA OPINION:ES
LA NOVENA PROVINCIA: La emigración andaluza hacia Cataluña, una historia del siglo XX
Martí Marín Corbera*
Una tradición forjada a partir de 1939.
Emigrar no era una tradición andaluza. Sirva como ejemplo que en América Latina la imagen del emigrante español es el gallego, no el andaluz. Mientras fue posible imaginar una reforma agraria, el campesino andaluz solamente dejó sus tierras para emigrar a ciudades cercanas. Pero la Guerra Civil cambió el curso de la vida de millares de andaluces que no tuvieron otra alternativa que tomar el camino de la emigración con destino preferente a Cataluña. De esta manera, a la altura de 1970 Cataluña registraba nada menos que 840.206 habitantes nacidos en suelo andaluz. Un viaje que tomó forma de penosa aventura, ya que fueron acogidos con recelo, alojados en infraviviendas, tratados con desdén y contratados con míseros salarios bajo precarias condiciones de trabajo.
El mundo contemporáneo ha incrementado la intensidad de los desplazamientos de población de manera exponencial: mayor número de emigrantes , a mayor distancia y mayor velocidad. Toda la historia de la humanidad puede leerse como una historia de migraciones —lectura perfectamente compatible a la de observar esa misma historia como una sucesión de sistemas económicos, formas de estado o ideologías— porque ellas han sido consustanciales al devenir de la humanidad. Pero cabe destacar un cierto número de cambios que han conferido al mundo contemporáneo una especificidad mayor en este terreno. En primer lugar, y ya es un tópico, los cambios tecnológicos incrementaron las posibilidades de desplazamiento simultáneo de mayores contingentes y fueron los responsables de la mayor velocidad a la que se produjeron. Aunque siempre fue necesaria una seguridad relativa en la opción de emigrar y una motivación para ello.
La construcción de los estados nacionales facilitó el tránsito de población por el interior de un mismo país, dada la fijación de unos trámites legales y la seguridad jurídica que provocó. La emigración “interior” dejó de ser una aventura completamente incierta a merced de los caprichos —o necesidades— de las autoridades locales y pasó a tener relación con un esquema de derechos y deberes, con independencia de que no siempre fueran respetados.
En lo que respecta a la motivación, los cambios provocados por el tránsito a un mundo capitalista, con la prosperidad económica de ciertas zonas y la decadencia de otras, y las transformaciones políticas hacia cotas de mayor libertad y oportunidades sociales, a menudo a un ritmo frenético, impulsaron el éxodo de ingentes masas de población. Entre esas transformaciones económicas y socio-políticas y la decisión de emigrar —porque nunca emigra todo el mundo— tuvo que mediar, aún, la disponibilidad de información y, no menos importante, el valor de decidirlo: no todas las personas valientes deciden emigrar, pero indudablemente emigrar es siempre una decisión valiente ante un panorama que resulta incierto tanto en origen como en destino.
EMIGRAR DENTRO DE ESPAÑA.
En la España contemporánea, la fractura de las fronteras interiores con la creación del estado liberal en la primera mitad del siglo XIX no sólo redujo la incertidumbre a la hora de cruzar viejos límites sino que formó, poco a poco, un mercado de trabajo integrado. Por ello, la industrialización de algunas áreas geográficas de Cataluña, País Vasco o Asturias, junto con algunos polos locales, así como la construcción de las nuevas capitales administrativas —especialmente de Madrid como capital suprema, pero también todas las nuevas capitales de provincia— irradiaron una fuerte demanda de trabajo: peonaje industrial, construcción, administración, comercio, etc. Los buenos resultados económicos del siglo XIX —en contra de lo que se había afirmado hasta hace poco— confirman que, pese a lo doloroso del viaje y la asimilación a la sociedad de destino, ese proceso se resolvió con un lento pero constante crecimiento. Dicho de otro modo, aunque para cualquier observador literario del Madrid del siglo XIX, como Benito Pérez Caldos, la cantidad ingente de pobres recién llegados era siempre muy alta, lo cierto es que esta observación implica que los pobres recién llegados de años atrás han dejado de serlo y han cedido su espacio a los siguientes. Sin posibilidades de promoción social la migración se hubiera interrumpido.
Las duras condiciones de vida del campo y el miedo a las represalias políticas están en el origen de la emigración a Cataluña en los años 40.
Así siguió siendo en el primer tercio del siglo XX, aunque cabe señalar que aparecieron nuevas áreas de atracción, que algunas se estancaron —muchas capitales de áreas rurales— y que otras más se convirtieron, incluso, en zonas de emigración al quebrar su proceso de crecimiento económico o al consolidarse en ellas un modelo de distribución de la riqueza que imposibilitaba la promoción social.
El crecimiento, lento pero constante, de las poblaciones de más de 10.000 habitantes entre 1900 y 1930 —de 221 a inicios de siglo a 322 a la altura de los años treinta— fue el resultado de las migraciones interiores, preferentemente realizadas entre campo y ciudad desde zonas relativamente cercanas unas a otras, incluso más que entre regiones o comunidades. En otras palabras, eran
Barcelona y Sevilla receptoras de emigrantes del mismo modo en que algunas zonas del campo andaluz y catalán eran expulsoras netas.
Los considerandos económicos no eran, con todo, la única razón de las expulsiones de ciertas zonas y de la atracción por otras. Las zonas expulsoras no eran todas las zonas rurales —y mucho menos las de latifundio, que atraían mano de obra temporera— sino aquellas menos dinámicas afectadas por la crisis de la agricultura tradicional de los cereales. Las zonas urbanas ofrecían algo más que posibilidades económicas: al principio uno sólo pasaba de ser pobre rural a ser pobre urbano. Las ciudades ofrecían mayor libertad de asociación y de reunión, nuevas fórmulas de ocio y de consumo, la cercanía de los adelantos médicos, etc. aunque la capacidad de consumo de los recién llegados fuera escasa.
Por ello, el traslado hacia la ciudad se nutría entonces —como hoy— de un conjunto de expectativas que incluían promesas de una vida mejor que no se resumen únicamente en niveles salariales superiores, sino en unas mejores condiciones generales de trabajo —a lo que no es ajeno la mayor presencia de sindicatos—, mejores condiciones urbanísticas y de servicios cuando se supera la etapa del suburbio y posibilidades de consumo de bienes y servicios que no se dan en espacios poco poblados o de habitat disperso. Bien es cierto que, a menudo, esas expectativas no se cumplen hasta la generación de los hijos, siendo la de los padres una forma de sacrificio (¿inversión?) para que sus descendientes no pasen, como tantos emigrantes han repetido, “por lo que yo tuve que pasar”.
EMIGRAR, UN NUEVO FENÓMENO
Por lo que respecta a Andalucía, la emigración de estos años iniciales del siglo XX no se puede limitar a un proceso de abandono de la región hacia áreas industriales, como tampoco se puede circunscribir al éxodo rural. De haber sido así, Andalucía hubiera experimentado muy pronto la fuga de buena parte de su población agrícola y no hay que olvidar que fue precisamente en los años treinta —durante la II República— cuando se recrudeció especialmente la llamada “lucha por la tierra”, lo cual hubiera sido harto difícil de haber actuado la emigración como válvula de escape de aquellos individuos más desfavorecidos. Bien al contrario, el campesino andaluz se resistió a marcharse de extensas áreas de su tierra, precisamente por su prosperidad y por la confianza en conseguir políticamente una redistribución más justa de la riqueza. Con todo, Andalucía vivió su propio éxodo rural interior hacia su propia red urbana. Salvo por lo que respecta a Almería —con una situación peculiar marcada por una acusado minifundismo y una raquítica industrialización que aceleró los flujos migratorios a Argentina, Argelia y Cataluña desde las postrimerías del siglo XIX— las cifras migratorias fueron modestas o incluso positivas —caso de Sevilla, Córdoba o Huelva, que recibieron inmigración—, además del hecho mismo del crecimiento migratorio de todas las capitales, salvo, de nuevo, Almería.
LA GUERRA Y LA HUIDA
Emigrar, pues, no era una tradición andaluza —en América Latina la imagen del emigrante español es el gallego no el andaluz— sino algo que sobrevino tras la Guerra Civil y que hay que poner en relación con los cambios sociales y políticos que ella introdujo. Mientras fue posible imaginar una reforma agraria —fuera la republicana de colonización en base a la pequeña propiedad o al establecimiento de cooperativas o la socialista y anarquista en base a la colectivización— el campesino andaluz solamente dejó sus tierras para emigrar a las ciudades cercanas o, en un número no mayor al de catalanes rurales —por ejemplo—, fluir moderadamente hacia áreas industriales, o hacia América Latina. Aquí y allá, los frutos de huelgas perdidas, el dominio electoral renovado de propietarios y arrendatarios pudieron ser migraciones localizadas, pero no generalizadas , hasta que esa esperanza de mejora económica, puesta en proyectos políticos reformistas o revolucionarios, dejó de existir por completo con la victoria del Ejército Nacional del general Franco.
Hasta la Guerra Civil, el campesino andaluz se resistió a marcharse de su tierra precisamente por su prosperidad y por la confianza en conseguir políticamente una redistribución más justa de la riqueza
El golpe asestado a buena parte de la sociedad andaluza por la Guerra Civil fue irreparable. La primera consecuencia fue, sin duda, el exilio más o menos permanente de los refugiados que huyeron de los frentes de combate y de las represalias del Ejército Nacional y del complejo aparato civil de la represión franquista. En segundo lugar, la transformación política de España en una dictadura fascista se llevó por delante cualquier aspiración futura de reforma agraria: la política de colonización franquista fue un pálido remedo de las iniciativas republicanas y resultó, a la postre, un estrepitoso fracaso. En tercer lugar, la política autárquica llevó al hambre al conjunto de la población y, en cuarto, las represalias hicieron la vida literalmente imposible a aquellos que habían jugado un papel activo durante república y guerra en el bando derrotado. Fue un verdadero punto y final, la destrucción de toda expectativa de mejora a través del esfuerzo colectivo sobre el terreno: sólo cupo la huida para muchísima gente.
La gran ciudad ofrecía anonimato. En su pueblo el emigrante era conocido y, por lo tanto, sujeto fácil no sólo de la represión oficial sino también de la represión informal de negación de trabajo y vacío social
En Almería el precedente de los primeros años de siglo fue terreno abonado para reemprender la aventura: no pocos tenían familiares, amigos y paisanos en Cataluña y había llegado el momento de aprovecharlo. En el resto de Andalucía jugaron dos alternativas : una nueva huida hacia a las capitales y el esfuerzo aventurero de los pioneros que movilizaron su imaginación y recursos para encontrar nuevos horizontes, en Cataluña, en Madrid y aún en otras áreas urbanas e industriales. ¿Cabe colegir de ello que la situación de hambre y represión política era menor en Madrid o Barcelona? En absoluto. Emigrar hacia Madrid o Barcelona no era una forma segura de combatir el hambre, dado que en las ciudades de los años cuarenta el hambre era incluso superior a la que se experimentaba en el campo. El problema no se podía resumir solamente en huir de! hambre porque a su llegada el emigrante pasaba a compartir el hambre de sus nuevos paisanos.
¿Cuál fue, entonces, el atractivo de las ciudades industriales catalanas?
Sin lugar a dudas la ciudad ofrecía dos ventajas a estos pioneros de la emigración de posguerra. En primer lugar, ofrecía la posibilidad del anonimato. En su pueblo de origen el emigrante era conocido: por su vida pública y privada y, por lo tanto, sujeto fácil no sólo de la represión oficial sino de aquella represión informal de negación de trabajo y vacío social que convirtió su devenir en una verdadera pesadilla. El problema del hambre cedía su importancia a un problema previo: el del trabajo. En las ciudades industriales de Cataluña, con falta de mano de obra debido a la muerte, la cárcel y el exilio, nadie iba a pedirle referencias al emigrante; máxime cuando estaba dispuesto a aceptar sueldos miserables, pero regulares. La segunda ventaja procedía de la reconstrucción de un mundo de relaciones sociales que le había sido negado en origen y que, en Cataluña, iba a poder rehacer porque la mayor parte de sus compañeros de migración —paisanos o no— procedían de la misma experiencia. En la vida dura del suburbio, familiares , paisanos y vecinos iban a tejer nuevas redes de solidaridad que facilitaran los mínimos exigibles para la supervivencia, lejos del patrón, del guarda, de la guardia civil y del señorito.
Saldos migratorios andaluces, 1901-1980 (provinciales)
1901-10 | 1911-20 | 1921-30 | 1931-40 | 1941-50 | 1951-60 | 1961-70 | 1971-80 | |
Almena | -29.006 | -56.582 | -73.397 | -31-450 | -39-294 | -38.414 | -32.621 | -14.108 |
Cádiz | -29.334 | 39.914 | -59-391 | 6.005 | 35.378 | 6.674 | -73-209 | -40.727 |
Córdoba | -4.877 | 22.100 | 13.230 | 8.283 | -30.300 | -68.153 | -135.179 | -79-573 |
Granada | -26.196 | -9.665 | -21.517 | -14.280 | -22.530 | -99.630 | -119.280 | -62.450 |
Huelva | 8.733 | -2.086 | 751 | -9.420 | -16.496 | -2.733 | -31.625 | -18.115 |
Jaén | -6.256 | -4.421 | -16.088 | -1.930 | -41.363 | -110.582 | -138.938 | -84.750 |
Málaga | -42.494 | -16.993 | -13.989 | 678 | 18 | -46.404 | -43.258 | 11.501 |
Sevilla | 2.316 | 72.996 | 31.774 | 66.799 | 55.086 | -9-193 | -83.967 | -77-357 |
TOTAL | -127.114 | 45.263 | -138.627 | 24.685 | -59501 | -368.435 | -658.077 | -365.579 |
FUENTE: Julio Alcaide Inchausti (dir.), Evolución de la población española en el siglo XX, por provincias y comunidades autónomas, 2Vols., FundaciónBBVA. Madrid, 2007.
Las autoridades les acogieron con recelo y derribaron sus barracas sin ofrecerles alternativas. Los empresarios les dieron trabajo satisfechos de poder pagarles poco y no tener el ‘peligro’ de que se sindicaran
Establecida la cabeza de puente por estos primeros emigrantes andaluces en Cataluña —rodeados por aquel entonces por una mayoría de emigrantes aragoneses, murcianos y catalanes de zonas rurales— la afluencia de andaluces hacia Barcelona y su entorno se aceleró en los años cincuenta, hasta alcanzar el cénit en los años sesenta. Paradójicamente, el cuadro de los saldos migratorios andaluces, que recogemos en esta página, nos muestra que, también, en los años treinta, Andalucía había vuelto a ser receptora neta de inmigrantes —sin duda un éxito de las condiciones de trabajo aportadas por la legislación laboral de la II República— y que aún en los cuarenta, lo seguían siendo Cádiz y, sobretodo, Sevilla por su carácter urbano-industrial.
RECEPCIÓN E INTEGRACIÓN
Integrarse en Cataluña resultó una penosa aventura para los inmigrantes, tanto para los andaluces como para todos los demás. ¿A qué Cataluña debían integrarse al llegar? ¿A la nacionalcatólica y falangista de los vencedores de la Guerra Civil o a la revolucionaria, democrática y/o nacionalista catalana de los distintos vencidos? Al llegar sólo podían ver una, evidentemente: la de los vencedores —catalanes y no catalanes— que gobernaban el territorio.
En ese sentido, la recepción no fue precisamente una luna de miel. Las autoridades de la Cataluña franquista les acogieron con recelo y derribaron sus barracas sin ofrecer alternativas, ya que tardaron dos décadas en lanzar una política eficaz de construcción de viviendas.
Por su parte, los empresarios les acogieron satisfechos de poder pagarles poco y no tener que atender a cotizaciones sociales serias, ni al peligro de que se sindicaran, como hubieran hecho antes de la guerra.
Los obreros catalanes añadieron otro recelo: en tiempos de bajos salarios y malas condiciones de trabajo, su llegada era mala competencia, al menos en los puestos más subalternos —a los especializados no podían tener acceso sin experiencia previa—. Sus vecinos catalanes eran, simplemente, inexistentes: vivían en los barrios populares de las ciudades, no en el suburbio; si algún habitante del suburbio era catalán —y no eran pocos al principio los llegados de Lleida o de las áreas rurales de la propia Barcelona— no lo parecía en absoluto. El catalán tenía una casa y vivía en la ciudad y no allí donde la ciudad cambiaba de nombre, según el título de la novela de Paco Candel. ¿Cómo iba a integrarse nadie?
Fueron los propios inmigrantes —codo con codo andaluces, murcianos, castellanos, etc.— quienes se integraron entre sí transformando el suburbio en barrio y escalando posiciones a pulmón en la escala social
Como también veremos, fueron los propios inmigrantes —codo con codo, andaluces, murcianos, castellanos, etc.— quienes se integraron entre sí transformando el suburbio en barrio y escalando posiciones a pulmón en la escala socio-profesional de la industria local. Al principio, la conexión con catalanes que no fueran autoridades, empresarios o sus representantes —capataces, contramaestres, etc.— sólo pudieron producirse con fluidez en el trabajo. Fue allí donde se produjo la primera y verdadera integración y su resultado de mayor peso fueron los renovados sindicatos, tanto legales —Hermandades Obreras de Acción Católica— como clandestinos —el movimiento de las Comisiones Obreras—, en un escenario en que los trabajadores inmigrantes fueron superando en número a los autóctonos en muchas ramas de la producción —claramente en la construcción y el metal, no así en el textil—. El segundo escenario fue el de la asistencia social y asociacionismo confesional católico, lo único que había quedado en pie, tras la represión franquista, del rico asociacionismo civil catalán de ateneos, círculos, casáis, cooperativas, etc. anterior a la guerra.
PRIMERAS SOLIDARIDADES
Entre el sindicalismo, la parroquia y la asistencia social se construyeron las primeras solidaridades entre comunidades, igual que fuera de esos espacios se producían también los primeros choques explícitos: desde pintadas anti-inmigrantes como “Xarnegos fora!” a otras hostiles a los autóctonos como el “Aquí termina Cataluña” que se instaló a la entrada de algunos barrios.
Si la acción conjunta en defensa de los intereses populares comunes unía, la distancia y la obcecación en la diferencia podían separar. No fue una historia sencilla y nadie podría jurar a día de hoy que sea un tema completamente cerrado, aunque las pintadas hayan desaparecido y los choques entre comunidades afecten en el presente a nuevos emigrantes, llegados desde lugares más lejanos, tanto frente a los autóctonos, como frente a los emigrantes de ayer y a sus descendientes.
Lo cierto es que estamos aún reconstruyendo este complejo proceso, del que hay más opiniones y testimonios personales que certezas.
Almería: una verdadera catástrofe demográfica
El gran éxodo rural hacia Barcelona arrancó antes en la provincia de Almería que en el resto de Andalucía. Así, mientras en las otras siete provincias andaluzas la emigración a Cataluña arrancó en los años cuarenta, en Almería se inició en el quinquenio 1916-20 cuando la provincia registró un saldo migratorio negativo de 40.283 habitantes, seguido del de 1926-30 con 29.564, en dirección al resto de España. Ni siquiera durante el extraordinario éxodo rural del período franquista volverán a darse cifras semejantes. La intensidad del fenómeno resulta tan extraordinaria que el crecimiento vegetativo no llegó a compensar las pérdidas —algo que tan sólo se produce en muy contadas ocasiones y, aún, con retrocesos de población muy pequeños—, pasándose de los 391.623 habitantes de 1915 a los 355.373 de 1920: una caída del 11,34% de la población… ¡una verdadera catástrofe demográfica!
El origen de esta huida masiva está en la crisis irreversible de la minería y en el retroceso de la viña, compartidas en ese mismo momento por las comarcas limítrofes con Murcia. El punto de destino fue una ciudad de Barcelona —con el añadido de las mayores poblaciones de su entorno— que experimentó una fuerte demanda de trabajo con motivo del crecimiento de las exportaciones a los países beligerantes en la I Guerra Mundial, primero, y las obras de urbanización que precedieron a la Exposición Internacional de 1929, después. En el punto de destino, estos andaluces de Almería no fueron reconocidos como tales, mezclados con el amplio número de murcianos, valencianos y aragoneses que compartieron su aventura. En Cataluña se dio en llamar “murcianos” —el grupo mayoritario— a todos los inmigrantes de ese período, y así se siguió llamando a los emigrantes en su conjunto hasta los años cincuenta.
HAMBRE, TAMBIÉN EN CATALUÑA
Por poner un solo ejemplo: en mi ciudad de nacimiento, Sabadell—como hijo de murciano y catalana—, los empresarios textiles detectaron en 1941 que el rendimiento de sus trabajadores —mayoritariamente autóctonos— estaba cayendo en picado por la subalimentación a que estaban sometidos. Su decisión, entre humanitaria e interesada, fue pedir autorización para comprar comida —había racionamiento— y ofrecerla a sus obreros como sobresueldo en especie, para impedir los no infrecuentes mareos y desmayos durante la jornada laboral. A su llegada, los pioneros de la emigración andaluza de los años cuarenta no pudieron tener estas ventajas, dado que los puestos de trabajo que obtuvieron no fueron mayoritariamente industriales, por no tener oficio ni cualificación en estos menesteres. Fueron peones subalternos —carga y descarga en los muelles de las fábricas, transporte, limpieza— o empleados del servicio doméstico y —siempre— contratados temporales. Además tuvieron que vivir en suburbios de barracas —incluso cuevas—, donde menudeó la tuberculosis, verdadero problema social-sanitario de la Cataluña urbana de entonces.
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA – CEFID
Fuente: Andalucía en la Historia
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6 Respuestas a LA NOVENA PROVINCIA: La emigración andaluza hacia Cataluña, una historia del siglo XX
- hawa3 noviembre, 2010 a las 8:59 pm“Las duras condiciones de vida del campo y el miedo a las represalias políticas están en el origen de la emigración a Cataluña en los años 40.”También la falta de industrialización, de reforma agraria, de trabajo en definitiva, y el favor del que disfrutaron esas otras regiones del norte y que no tuvieron las del sur… Pero hay que corregir que esa emigración en masa hacia esa región no tuvo lugar hasta bien entrados los 60.Estoy de acuerdo en que el golpe asestado a buena parte de la sociedad andaluza por la Guerra Civil fue irreparable. Pero la primera consecuencia no fue el exilio de muchos de sus habitantes, sino el genocidio de buena parte de la población, antes de que tuviera lugar esa huida masiva.Pero el “atractivo” de las ciudades industriales catalanas no fue durante la inmediata posguerra, sino a partir de mediados de los 60. Y no fue por anonimato, sino por necesidad económica, tras 3 décadas de finalizada la Guerra Civil. La gente corriente en los pueblos, tras la matanza, vivía con miedo, pero se las arreglaba para sobrevivir y no armar ruido. Los elementos llamémosles “políticos” se habían marchado ya en los treinta… cuando no asesinados, de ahí tantas fosas en el territorio andaluz… El problema del hambre y de la falta de trabajo venía como consecuencia de la estructura de la propiedad agraria. Y hay que tener en cuenta que incluso andaluces franquistas emigraron al norte industrial, como el caso del editor J. Manuel Lara, falangista de pro y emigrante con claros propósitos arribistas.Y por último, en cuanto a las relaciones sociales, los andaluces inmigrantes se relacionaron y casaron principalmente entre ellos, con pocas excepciones de matrimonios “mixtos” (como si de etnias diferentes se tratara), y en que la vida cultural poco participaban, por falta de tiempo debido a las largas jornadas laborales, y también porque las instituciones culturales estaban en manos de catalanes tan nacionalcatólicos y falangistas como los señoritos andaluces. Lamentablemente eso de “escalar posiciones sociales” fue y sigue siendo virtualmente inexistente. Son las familias de siempre, antes franquistas, ahora catalanistas, las que controlan la vida económoica y cultural de Cataluña, a pesar de que esta región, que recordemos, fue uno de los bastiones de la llamada “Reconquista” islamófoba y brutalmente salvaje y genocida, que ha venido contemplando a los andaluces como seres de categoría inferior, ha perdido casi todo su poderío industrial.Es cierto que la cosa ha mejorado, pero es gracias a los otros “inmigrantes”, como marroquíes, sudamericanos y rumanos, que lo tienen tan mal o peor como los andaluces, murcianos o aragoneses de entonces.
- Angela5 noviembre, 2010 a las 7:29 amAndalucía siempre ha sufrido el castigo del Estado español. No le perdonan ni su pasado ni sus intentos por recuperar su dignidad ni su tierra. Las represalias en la Guerra Civil y la postguerra fueron devastadoras para Andalucía, extirpando a toda una generación de andaluces, los más formados y los más combatibos: muertos en combate, asesinados, ajusticiados, exiliados…y los que quedaron, obligados a la emigración tras un genocidio económico tan brutal como el militar y represivo. Hemos sido la despensa de donde han sacado recursos agricolas, mineros, pesqueros; hemos sido la mano de obra barata para la industria de la burguesía catalana, vasca o española sin que eso haya repercutido sobre nustro pueblo, que al dia de hoy se mantiene a la cola de Europa en todos los indicadores económicos, excepto en el de paro, en el que somos los campeones. Por eso yo me pregunto ¿qué le debemos a España y a Europa?
- marwan5 noviembre, 2010 a las 9:49 pmAngela tienes 1000% de razon, esto no es de este siglo esto viene ya desde hace 400anos y lo peor de todo es que cuando hay un conflicto con marruecos nos ponen como muro de contencion y como espanoles fuck ellos y otra cosa casi todos los conflictos bienen del pasado donde nunca se ha respetado al mundo musulman solo se les a mirado como inferiores y como colonia y eso quieren que lo paguemos los andalusis fuck them con su racismo politico y de la iglesia catolica.
- El Joraique7 noviembre, 2010 a las 11:26 amEl escritor granaino Angel Ganivet dijo “En España hay dos naciones: una al Norte, España y otra al Sur, Andalucía”. Esto es una realidad que ha marcado a Andalucía desde la conquista Castellano-Católica del 1492. El centro de poder establecido por España ha favorecido al Norte conquistador en detrimento del Sur conquistado. La actuación colonial de España en Andalucía ha motivado la pérdida de poder político y económico y las consecuencias derivadas en emigración masiva y hambre de muchas poblaciones andaluzas en muchas épocas recientes. Actualmente esta misma situación está provocando el paro masivo en la clase trabajadora andaluza. En épocas de crisis, son las clases populares de las colonias militares o económicas las primeras que pagan las consecuencias de las polìticas económicas de la potencia colonial. FUENTES ABC
- marwan7 noviembre, 2010 a las 2:44 pmJoraique tienes mucha razon pero lo mas triste es que aqui en Andalusia no hay una base fuerte andalusista para quitarle el poder a estos partidos politicos que solo nos ven como un cortijo donde pueden venir a veranear y dejarnos la mierda, un dia incha allah vamos a ser lo que fuiemos y al que no le guste que se vaya. Amin
- Rinconete7 noviembre, 2010 a las 3:57 pmAmin.
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