martes, 2 de octubre de 2012

Catalunya por dentro: El pragmatismo de los nuevos catalanes

"Nací en Badalona y soy española", dice una joven que no quiere ni oír hablar de independencia | "¿Pasaporte catalán? Bueno, lo que sea, mientras no tenga que irme", dice un chaval pakistaní

Catalunya por dentro (1): Con mantilla, barretina e hijab
Banderas. Todas las banderas de la fachada del Ayuntamiento de Badalona –la local a lado y lado, la catalana, la española y la europea– se reflejan en el escaparate de una tienda Pedro Madueño

Qué bonito es Badalona/ con mantilla y barretina", cantaba Serrat en otros tiempos. Pero los actuales traen otros paisanajes, y la mujer que se acerca ni lleva mantilla, ni conoce la barretina. Viste un grueso hijab y cuando le pregunto, abre su monedero y me saca su DNI. "Yo votar, puedo, sí, tenemos papel de aquí", me dice en un peregrino castellano. Le hablo del referéndum, y responde "la niña me dirá", señalando a una joven que la acompaña. 

Es su hija, habla catalán y viste a la occidental. "Votaremos no -responde seria- porque ahora que somos españolas no queremos ser otra cosa". "Españolas, sí", responde la madre, sonriendo. En el kebab cercano un joven pakistaní dice que le faltan dos años para votar. "¿Independencia?" No sabe, pero sabe que le costó mucho venir de Pakistán. "¿Pasaporte catalán? Bueno, lo que sea, mientras no tenga que irme". Y el resto de jóvenes asiente.

Cerca, en pleno mercado de Llefià, Amalia menta a Mariana Pineda. Tiene un puestecito de remiendos y un mosso le llevó una estelada que se había descosido del palo. "Yo pensaba, mira, cosiendo la bandera como Mariana Pineda, a ver si me fusilan". Pero no está por la labor. Hace 36 años que vive en Catalunya, tantos como hace que añora Andalucía. ¿Agravio económico? "Pues no, porque mire, Andalucía recibe dinero pero también da mucho, pagan los libros de la escuela, y la ortodoncia, y me pagaron un aparato para medir el azúcar cuando estaba de vacaciones" "Pero...", y me corta, "nada de peros, Andalucía da y Catalunya no da, se lo queda". Y a partir de ahí la conversación se vuelve un galimatías. 

A su lado, una joven llamada Carmen espeta, "¿cuándo harán una manifestación contra la independencia?", y le respondo al ping pong: "¿Irás?". No, porque no le gustan los enfrentamientos, pero no se imagina que en su pasaporte no ponga España. "Nací en Badalona y no soy catalana, soy española". "Uy, en mi pueblo me echan, si hacen eso de la independencia", espeta Rosario. Tiene 69 años, es de Zamora y asegura que allí lo catalán es "tremendo". "Dicen que hablamos como los perros. Hasta mi ex marido se pegó con uno". Fuera, en un puesto de cupones, Manuel dice que está muy contento con España y que en Catalunya estaríamos bien "si no hubiera tantos lladres". A la pregunta responde con su peculiar esperanto, "ma sembla que no" y asegura que vino de Murcia, que ha dejado su vida aquí pero que es español. Conchita, en cambio, "una andaluza de pura raza", se siente orgullosa de ser catalana. "A mí los terratenientes andaluces no me han dado nada, y esta tierra sí". Entonces el sí..., no, va a ser que no, porque ya lo entiende, pero "España quedaría en una mierda sin Catalunya...! El vendedor se pone filosófico, "casi que sí, pero habría que pensarlo bien, aunque España nos roba y además nos insulta". "Él es catalán", comenta una mujer a su lado. En el bar del mercado las opiniones convergen: todos con el sí. Domingo nació en Ciudad Real pero cree que España cada día va peor y que no hay entendimiento. "Quieren más a los vascos, y a los catalanes no nos dan nada". Y asegura que cuando dos no se quieren, mejor separarse. Gabriel es dominicano y lo tiene fácil, "el sí, porque mis tres nietos son de aquí, y aquí estamos de maravilla". Y José se apunta "porque peligran las pensiones". Anna también es una entusiasta del sí y Cristina se queda en el pacto fiscal. Josefa no sabe, pero me pregunta, "¿me compras algo?.

Y así recorremos Badalona, de la barretina del Centre, a la mantilla de los barrios, pasando por las calles del hijab. El taxista es un hombre sensato. Votaría un no rotundo. Con sangre extremeño-andaluza, comprende las reivindicaciones catalanas y espeta. "No entiendo lo de Euskadi, que pide lo mismo, y tiene una banda terrorista, y en cambio es más querido. A Catalunya no la pueden ver". Pero es español. "¿Aceptarías la independencia si gana el sí?" Por supuesto, antes que nada es demócrata. 

En los edificios aún ondean las banderas de todo signo. Las españolas, por la selección, y las catalanas, por la Diada. Cuanto más cerca del centro, más de las últimas, y viceversa. Pedro Madueño observa dos balcones donde cohabitan ambas, no se sabe si con buena vecindad. Llamamos a la puerta. Miquel Castellví tiene 86 años y ha puesto la senyera porque "es la de mi tierra". Y añade: "España nos está asesinando". Nos explica que nació en Sants, que votaría sí, pero si no nos perjudica, y que solo se siente catalán. Preguntamos por la española del vecino, "Ah, éste, es del Real Madrid". Y añade, "no veréis muchas catalanas en esta zona". En otro barrio unos vecinos juegan a la petanca, y se invierten los papeles. Diego, el presidente del club, está a favor del sí. Nació en Almería pero "la independencia puede beneficiarnos". También lo cree su compadre Antonio, "porque el catalán se lo merece", y en cambio Joan Baptista, en perfecto catalán, dice que no, porque no le gusta el president Artur Mas. 

En el centro de Badalona, persiste lo variopinto. Y así desfila desde Paquita, que asegura en castizo castellano, "que no hay marcha atrás y que está feliz", o Roger, que avisa de los hijos de la emigración, "los hay de muy anticatalanes", o Victoria, que dice que costará pero llegará. Unas chicas acompañan a una novia y gritan en la calle del Mar, "independència". Menos una, "por sentimientos". Ginés se pone épico, "los que ganaron la guerra dicen que es un derecho de conquista. Las órdenes las da Franco por debajo. Será imposible". Se define como "patriota español", pero votará sí. "Por mis sobrinos, que son de aquí", razona. 

En un rincón, alguien toca una música suave, pero la suavidad se evapora con la pregunta. "Los que quieren la independencia que se vayan a África. Esto es España", y asegura que hablamos un dialecto de ratas. Y así el crisol se cierra. Badalona es la madre de todos los retos y es aquí donde Catalunya se complica ¿Independencia? Sí y no, en todos los acentos, y en todos ellos, depende. Pero algo parece unánime: no se respira miedo. "Los tanques son de otro tiempo. Díselo a la Curri Valenzuela".


"Pase lo que pase, España comerá longaniza de Vic y nosotros Jabugo", dice la ilustradora Pilarín Bayés | "Con el 25% de inmigración, la convivencia es buena. Se trata de resistir, integrar y sumar", dice Imma, librera

Catalunya por dentro (2): La reserva espiritual de la catalanidad
Colores. El mensaje político y el espíritu comercial conviven en esta instantánea tomada en la plaza del mercado, donde hace 299 años fue ahorcado el militar Bac de Roda Llibert Teixidó
La rebelión contra Felipe V comenzó en Vic, la Guerra de Sucesión liquidó las libertades de Catalunya, y Bac de Roda fue ahorcado en la plaza de un mercado milenario. Es el corazón de la ciudad, lleno de banderas catalanas con y sin estrella. Cada año, la comarca de Osona organiza una marcha sobre Vic, se le rinden honores a Bac de Roda y los congregados queman un decreto de Nueva Planta. "Es un acto simbólico y poético. Aquello acabó mal, pero esto acabará bien y veré la independencia antes de lo que creía", dice Imma Bellafont, librera de referencia de la ciudad. El once de septiembre de 1976, desplegó en Sant Boi la primera pancarta que pedía libertad, amnistía y Estatut de autonomía. "Lo hicimos cinco de Vic". La semana pasada, 152 autocares se desplazaron desde Vic hasta Barcelona para asistir a la manifestación de la Diada.

Cada sábado, el mercado es un griterío de personas que hablan a un tiempo. El árabe es la tercera lengua, tras el catalán y el castellano, entre doce lenguas censadas. "Con un 25 % de inmigración, la convivencia es grande y buena. Se trata de resistir, integrar y sumar. Mis suegros son de Valladolid y mi marido independentista", cuenta Imma. Vive junto a una mezquita donde también ondea la bandera catalana.

Vic es ciudad central de la Catalunya catalana. "La reserva espiritual de la catalanidad", según Pilarín Bayés, famosa ilustradora de libros infantiles. Desea la independencia. "La conseguiremos y lo haremos bien. Como dice Vicente del Bosque, sólo hay que respetar la libertad. Nos lo pondrán difícil, pero la repercusión internacional nos ayuda", analiza la dibujante.

Anna Erra es concejal de cultura, comercio y turismo. "Nuestros turistas son catalanes, franceses, alemanes y aumentan los españoles", dice en pleno Festival de Música Viva, que ha cerrado más contratos que nunca con grupos españoles. "La ciudad vibra y estamos mentalmente preparados para la independencia. Somos pioneros en muchas cosas, y se llama modelo Vic a nuestro sistema de integración", recuerda la concejal.

La tahona Sant Miquel cumple cien años. La regenta el exalcalde (lo fue entre 1995 y 2007) Jacint Codina. "Estoy retirado de la política, soy independentista y ya está". Elabora su pa de pessic, emblemático bizcocho y sólo lo vende en Vic, una potencia de la industria alimentaria, con marcas y empresas punteras que exportan a todo el mundo. Lluís Casellas, asesor fiscal y financiero de una firma de capital alemán e israelí, dice: "Sin euforia, hay confianza en la independencia. No preocupa al capital extranjero y hay alternativas económicas a posibles boicots". Fundó los castellers Sagals de Osona, que cuenta con subsaharianos, sudamericanos y europeos. "Cuando se suda juntos, no importa el color de la piel", atestigua.

"Vic no se entiende sin su voluntad de liderar Catalunya. Es independentista desde los romanos y antes del independentismo. La Biblioteca Episcopal guarda toda la ciencia, saber e historia desde el siglo X", orienta Xavier Ginesta. Coordina los estudios de periodismo de la Universitat de Vic, abolida por el decreto de Nueva Planta. Renacida en 1997, la UVIC ha convertido la vieja y tópica Ciutat dels Sants en una urbe joven y vital. "Nuestra universidad es históricamente catalanista y ejerce el liderazgo intelectual desde el Abad Oliba y Jaume Balmes". Ginesta cree que la gran manifestación de la semana pasada "no fue contra nadie, sino a favor de un derecho".

Josep Paré es de la misma generación treintañera y fundó las juventudes de su partido, el PSC, en Osona. Economista de hacienda autonómica y local, se declara "catalán y catalanista sin etiqueta independentista. Prefiero explicar e ilusionar con el federalismo, porque la Unión Europea tiene estructura federal". Paré retrata Vic como "muy plural y catalanista pero no independentista, según las elecciones". Su lista no sale bien parada. "No hemos sabido conectar con la gente porque tenemos claro el discurso social y no el nacional. La independencia genera dudas y perjudica. Diputados españoles votaron a favor del Estatut en el Congreso, pero no se nos ve catalanistas y es más fácil que algún independentista vote a Anglada que a nosotros". 

Dialogan en el bar Snack, centro histórico de citas de intelectuales, escritores y políticos. La Policia Armada sitió y ocupó Vic en 1976 para abortar un acto de la Assemblea de Catalunya, y el bar no dio ni agua a los grises. La librería de Imma sufría atentados, la policía le requisó un libro de Salvat Papasseit y ella llenó el escaparate con otros títulos del poeta. "Resistimos con imaginación y valentía". 

Cerca de allí vive Enric Pladevall, concejal y delegado de Sindicatos durante el franquismo. Vio pactar a Serrano Súñer y al pintor republicano Josep Maria Sert la restauración de los murales de la Catedral. "Quemaron todas las iglesias. Fui franquista y no lo niego. Soy catalán por los cuatro costados y español por el quinto. La independencia no sería buena y prefiero un estado confederal. El once de septiembre colgué tres banderas de Catalunya". Pladevall conoce a Anglada desde la época de Blas Piñar, le detesta y avisa de que "es un tipo capaz de todo". 

Lluís Solá es poeta, dramaturgo y pionero del catalán en las aulas de Vic. "Siempre he defendido la libertad de los países para gobernarse. Los españoles también son independentistas y ningún país quiere depender de otro". Solà repasa la historia. "España no ha respetado la lengua, ni las costumbres ni el modo de ser catalán e intentaron exterminarlo. Ganaron la guerra los militares, pero el pueblo resistió en las entretelas del país. Hasta 1976 no hubo medios de comunicación en catalán, y eso lo dice todo. La transición trajo migajas y el Gobierno de España no habla catalán". Y pregunta a España: ¿Entendería que Castilla fuese gobernada por catalanes que no hablan ni entienden su idioma?". Repite que no hay animadversión a los españoles, "sino a un Estado, funcionariado y servicios que no funcionan y no hay voluntad de arreglar. Es malestar y cansancio por tantas agresiones". Cuando el tren tarda más de una hora en rodar los setenta kilómetros que unen Barcelona y Vic, Madrid cae en las antípodas.

Fin del mercado tradicional y del de música moderna. La ciudad regresa a su vieja calma. Pilarín Bayés sigue enviando longanizas a personas de todo el mundo. Embajadora del embutido identitario de Vic, lo ha dado en mano al Rey de España. "Pase lo que pase, los españoles comerán longaniza de Vic y nosotros jamón de Jabugo. Sólo se trata de amarse y respetarse unos a otros". Y en Vic paz y después gloria, a pesar de Anglada.

"Los independentistas son los mismos que hace años, aunque la tele repita lo contrario", dicen en un bar | "Si alguien saca el tema digo lo que pienso, pero no doy mítines en el puesto", apunta Carme, charcutera

Catalunya por dentro (3): Euforia y dudas en el país del agua
La causa, el Ebro. Una tubería anudada, símbolo de la lucha antitrasvasista, persiste como rescoldo de aquella protesta; detrás, una senyera, de las recientes fiestas de la Cinta Llibert Teixidó
Bar Paquita, en el mercado central de Tortosa. Ayer lunes. Pasa un cuarto de hora de las 9 de la mañana y allí coinciden, con cafés y un par de pastissets de por medio, la propietaria del bar, la charcutera Carme y el bacaladero Jordi. Los tres estuvieron en la marcha independentista del pasado día 11. Están eufóricos tras la experiencia de Barcelona. "Algo está cambiando en este país, y lo notas en el puesto, donde hay gente que te habla abiertamente de la manifestación y de la posibilidad de la independencia", reflexiona el bacaladero. 

El ama del bar pone sobre la barra un diario que publica una encuesta en la que se sostiene que un 51% de los catalanes votaría a favor de la independencia. La charcutera Carme, la mayor del grupo, nacida en 1944, se emociona al decir que ella ha soñado toda su vida con este momento ("pero jamás pensé que llegaría a vivirlo"). Están entusiasmados ("ahora o nunca", sostienen), pero de repente bajan la voz. "Aquel de la punta (un señor que lee el diario Marca) es de Alianza Popular... ¡Lo menos!", dice Carme, muy bajito. Hay que andarse con cuidado. No se trata de perder clientela mezclando la política con la venta del salami. "A mí si alguien saca el tema en la conversación, digo lo que pienso, claro está, pero tampoco doy mítines en el puesto", se justifica. En el mercado de Tortosa se conocen la mayoría, vendedores y clientes, y no todos son independentistas, claro está. 

El cliente de Alianza Popular dobla el diario y se va y la conversación deriva hacia la lucha antitrasvasista de hace unos años: "A mí, por ejemplo, me gustó que el president Mas no estuviera al frente de la marcha", suelta Carme. ¿La razón? "Yo no puedo olvidar tan fácilmente cómo traicionaron a estas tierras con el Plan Hidrológico Nacional".

Ya fuera del mercado, camino de otro bar, en el centro de la ciudad, se constata la ausencia de banderas en los balcones. Las estelades son contadísimas, como las banderas catalanas, a excepción de algunas que el Ayuntamiento no ha debido de retirar aún de las recientes fiestas de la Cinta. En el bar Ribera (un clásico de la ciudad), dos jubilados ocupan sus habituales sillas en la terraza del local, junto a la puerta. Parecen parte de la decoración, siempre están. El mayor de ellos, impecablemente vestido, traje gris, corbata azul, zapatos negros de rafia y pañuelo verde en el bolsillo, cuenta en un suspiro que tiene 96 años, se llama Josep Maria Cuéllar, fue sastre, es lector de La Vanguardia, hizo la guerra de voluntario en la columna Macià-Companys y que a él, si se lo preguntasen, votaría que sí a la independencia: "Si no somos independientes, jamás seremos una Catalunya plena", explica. Su compañero de mesa, de 83 años y que dice llamarse Andreu, mueve la cabeza disconforme. "A mi edad, lo normal ya es no creer en nada", opina, y asegura que a él lo de la independencia lo deja frío: "Ya decía un gitano a quien conocí de joven que sólo hay dos tipos de políticos: los que roban y los que no pueden". El sastre Cuéllar se ríe a gusto. Animado por la risa, el tal Andreu recurre a otra máxima de su catálogo: "Políticos, sólo los hay malos y peores". Un descreído de libro.

En el bar Mundial, otro clásico de la ciudad, una antena en toda regla cercana al Ayuntamiento, el portavoz municipal del PSC, Antoni Sabaté, hermano de Xavier Sabaté, el recientemente nombrado jefe de los socialistas catalanes en el Parlament, se toma una cañita mientras charla del momento político con Joan, quien lleva años al frente del local. "Los hay que dicen que en el PSC estamos descolocados y es verdad, pero aquí nos hemos descolocado todos los partidos en vista del acelerón que ha dado la situación", opina mientras apura la cerveza. Se va con prisa mientras Joan cuenta que, en el bar, se organizan cada día discusiones numantinas entre su clientela entre los que están a favor y los que están en contra de la independencia. "Se matan, pero con respeto", concluye irónicamente. 

En el bar Mundial, uno de los trending topics locales desde el pasado día 11 ha sido la presencia de su alcalde, el convergente Ferran Bel, en la manifestación de Barcelona. Si atendemos a la historia, el manual básico dice que la derecha tortosina es muy conservadora en las formas, de Iglesia, muy tradicionalista y más bien españolista. Alianza Popular y el PP tuvieron en Tortosa uno de sus grandes feudos en Catalunya, pero, de unos años a esta parte, han perdido peso y, sobre el papel, parte de este electorado le dio la mayoría a Ferran Bel en las pasadas elecciones. ¿Cómo encajará la derecha menos catalanista de Tortosa el independentismo militante de Bel? Sentado en una mesa al fondo a mano izquierda, no quiere opinar sobre ello Vicenç Lluesma, histórico concejal de la transición, con AP y con CiU, conservador de manual, buen conocedor de la Tortosa de toda la vida: "Hay cosas que nadie puede saber", se limita a responder crípticamente. Ya veremos. No está por opinar más de la cuenta. Pero se diría que algún riesgo electoral hay. Hace tan sólo cinco años, por decir algo, muy posiblemente a nadie que hubiera sido alcalde conservador de Tortosa se le habría ocurrido manifestarse en pro de la independencia con cámaras, luces, altavoces y taquígrafos. A nadie. Tal posibilidad no encajaba en el canon.

Último bar de la jornada: la Jijonenca, en el barrio de Ferreries. Al frente del negocio está José Manuel Alemany, que no cree que haya que darle mayor importancia a lo que está sucediendo: "Yo no he sido nunca independentista, hablo de ello abiertamente en el bar, nos discutimos y sigo viendo que los independentistas o los españolistas son los mismos de hace quince años, yo no veo más, aunque la televisión no pare de repetir lo contrario". Para reforzar su tesis, incide en la ausencia de banderas y estelades en los balcones de la ciudad y recuerda que, en cambio, "hace doce años, cuando las manifestaciones antitrasvase, las calles estaban llenas de banderas azules y las había por todas partes, porque aquella protesta sí que fue espontánea y realmente sentida por la mayoría de gente de esta ciudad". El Ebro como patria.

"No sé si me gustaría una Catalunya independiente: ignoro las consecuencias de la separación", dice Sharpe

Catalunya por dentro (4): Ecos de la Diada en un remanso de paz
Verano en retirada. Imagen tomada ayer por la mañana en la vacía playa de Llafranc, bajo un cielo nuboso Inma Sainz de Baranda
Llafranc amaneció ayer con cielo gris y una tenue neblina que desdibujaba el perfil de Cap Roig y las islas Formigues. El verano parecía en retirada. La playa, a las nueve, estaba casi desierta: una docena de gaviotas y cinco bañistas. Uno de ellos era Chris, británico de 60 años que tiene casa aquí y es padre de una chica (casada con un catalán) que fue a la manifestación del Onze de Setembre. Su opinión, sin embargo, no es muy alentadora. "No le será fácil a Catalunya separarse de España. ¡España no quiere!".

"Frecuento este país desde 1979 y sé del sentimiento identitario catalán", dice el londinense Steve (50 años). "Pero Catalunya está mejor con España. Debe hallar una fórmula para hacer valer sus derechos y su personalidad sin independizarse. Las rupturas son tan tristes...".

El farmacéutico Toni Mendieta (44) estuvo en la manifestación con sus hijos de 5 y 3 años. "Nunca había ido a ninguna, pero ya estoy cansado de que nos tomen el pelo, como ocurrió con el Estatut. Me parece bien ser solidarios con España, pero me gustaría que nos apreciaran algo más, en lugar de insultarnos como hace el presidente extremeño". 

"El pueblo ha hablado -agrega el chef Quim Casellas (36), sonriente, vestido de blanco en la cocina del Casamar, restaurante con flamante estrella Michelin-. No soy independentista radical, pero estoy un poco harto de que nos toreen. Vivimos en democracia, y las cosas se resuelven hablando y votando".

Llafranc es, a estas alturas del año, un remanso de paz. El fin de la temporada alta y el inicio del curso escolar han clareado sus calles. Su población vuelve a contraerse, camino de los 400 habitantes escasos que tiene en invierno, tras albergar a casi 20.000 en el cenit veraniego. Buena parte de las segundas residencias, propiedad de catalanes, franceses e ingleses, exhiben puertas cerradas y persianas echadas. La ocupación de los hoteles va cayendo, aunque las perspectivas hasta octubre no son malas.

El Llevant y el Llafranch figuran entre los hoteles de mayor solera de esta localidad. "Abrimos en 1935", recuerda Pep Farrarons (54), del Llevant, que no pudo ir a la marcha de Barcelona, como hizo su familia, porque estaba "de guardia". Y añade: "Fue una gran manifestación, pero habrá que ver en qué queda. A su término, hablábamos de independencia y hoy ya hablamos otra vez de pacto fiscal". Joan Carles Bisbe (52), del Llafranch, sobrino del legendario Gitano de la Costa Brava, se declara "completamente a favor de la independencia", asegura que este sentimiento está muy extendido y lamenta no haber podido ir a la manifestación: "El puente del Onze de Setembre -se excusa- era uno de los últimos cartuchos del verano y tuve que quedarme trabajando". 

Eduard Martorell (62), veraneante que pasea su perro junto a la playa, considera que "el momento es decisivo, pero no exento de miedos". "Miedo a que la Unión Europea no esté por la labor y a que España nos haga la puñeta. Más que la independencia, yo preferiría un acuerdo sólido, en lo económico y lo identitario. La cosa es tener la llave de la caja. Eso es lo que da el poder".

No hay poder municipal, es decir, alcalde, en Llafranc, que como Calella o Tamariu depende de Palafrugell. Pero el alcalde de esta última población, Juli Fernández (49), del PSC, apunta que "este Onze de Setembre fue festivo y reivindicativo como los anteriores, pero con mucha más gente, y eso es relevante". A continuación, remite a la web municipal, donde se recoge su discurso de la Diada en Can Mario, que dice así: "Debemos redefinir nuestras relaciones y el Estado debe entender que o bien lo hacemos desde el federalismo más amplio, en el que incluso cabe la creación de Estado propio para Catalunya, o, si no es posible, que tengan claro que no nos quedará más remedio que reclamar un autogobierno completo".

En dicho acto participó también la vecina de Llafranc Rita Ferrer (62) dirigiendo la coral Nit de Juny. Luego, por la tarde, se fue a Barcelona a la manifestación, en familia. Ferrer, que dirige también la coral Els Virolets, así como la Escola de Música de Palafrugell, está convencida de que habrá un antes y un después de la Diada. "Fue una lección de civismo y modales. Había gente de todas partes que compartía una ambición. Fue emocionante. Mantengo la estelada en el balcón. Debemos seguir".

Esta carrera no es la de Pili, que regenta desde hace treinta años una tienda de ropa en Llafranc, se declara votante de CiU y señala: "Veo otras prioridades. Lo urgente es superar la crisis. Es difícil aguantar. Durante 27 años mi negocio progresó. En los tres últimos retrocede. Eso no lo arregla la independencia. Nos gusta echar la culpa de nuestros males a los demás. Prefiero unir a separar. No es lógico integrarnos en Europa mientras dejamos a España".

Hacia el mediodía, el sol pugna por romper el techo nuboso y cabrillea tímidamente sobre el mar. Pero vuelve a imponerse el gris. Decido terminar mi recorrido a cubierto, en casa del escritor Tom Sharpe (84), vecino de Llafranc desde 1995. Sharpe no viste traje de baño, sino camisa y jersey. Sufre problemas de movilidad a resultas de una operación en el tobillo. "El primer terapeuta me aplicó masajes eléctricos, ignorando que llevo una placa metálica en un hueso. Creí morir y, entretanto, pensé que hubiera sido mejor palmar en la silla eléctrica", dice con su humor brutal.

No es sencillo llevar a Sharpe por el camino deseado. Habla de Tony Blair -una de sus némesis-, de la exposición de fotos que le montará la galería Carles Taché en Barcelona, de la obra teatral inspirada en su novela Wilt que pronto girará por España y de una sexta entrega de este personaje, que empezó a escribir semanas atrás. "Catalunya -afirma, al fin- me parece la parte más amable de España. Quizás me gustaría que fuera independiente, pero no lo sé porque ignoro las consecuencias de la separación. Podría traer problemas y propiciar peleas o guerras. Y, créame, eso sería lo más estúpido que podría ocurrir".

"La tercera generación siempre desaprende la experiencia de la primera", argumenta un arquitecto | "Aquellos que sólo tienen interés no tienen patria", avisa, citando a Jefferson, Carlos, un cirujano chileno

Catalunya por dentro (5): En Girona creen que se renueva el ágora
Una semana después. Varias estelades siguen colgadas en ventanas y balcones de Girona una semana después de la multitudinaria manifestación celebrada en Barcelona Inma Sainz de Baranda
Girona tiene fama de ciudad catalanista, pero está poblada por gente industriosa y pragmática. ¿Cómo observan la mutación del catalanismo en independentismo? En lugar de salir a la calle para pulsar la opinión espontánea en cafés y mercados, he solicitado a 25 amigos respuesta por escrito a un cuestionario que les envié el lunes por la noche. Un cirujano chileno, un catedrático británico, diversos profesores de la UdG y bastantes profesores de instituto, antiguos cargos socialistas y convergentes, un sindicalista, un jurista, diversos miembros de la administración, una psicóloga, un arquitecto, un policía, un abogado, un editor, un librero. Casi todos tienen presencia pública en la ciudad: por sus artículos, carisma profesional o compromiso cívico. Algunos no han nacido en Catalunya, pero casi todos usan habitualmente el catalán. No son representativos de la variedad social gerundense, pero sí de su vitalidad civil. 

Creía que muchos de ellos no tendrían tiempo de contestarme (un solo día les di de plazo: ¡la premura periodística!), pero casi todos lo han hecho. Con una profundidad, extensión y lucidez impresionantes; que más de uno ha acompañado de un formidable relato personal. El conjunto alcanza los 70 folios. Lo que da la medida del interés que el momento político despierta en Girona y, también, del compromiso de mis interlocutores, a los que agradezco en el alma el tiempo precioso que me han dedicado. 

La mayoría de ellos creen que se ha producido un cambio de paradigma en Catalunya; y que en Girona tal cambio es vivido con esperanza y entusiasmo. También con incertidumbre e inquietud. No creen, en general, que se esté avanzando hacia la independencia, pero sí hacia la claridad: constatan que las soluciones ambiguas han quedado superadas, que el independentismo ha dejado de ser tabú para convertirse en opción, que el proceso estatutario y la crisis económica han dejado al descubierto humillaciones y gravísimas disfunciones de la democracia española con respecto a la sociedad catalana. 

Sostiene Josep, abogado, que la ola de cambio ha pasado por encima de las herrumbrosas formas de la política tradicional. Joan, científico de la UdG, lo reafirma: la manifestación de Barcelona expresa el desengaño con la política tradicional y el impacto de la crisis económica, pero destila un gran deseo de cambio: una gran esperanza colectiva. Paco, exdecano, enfatiza el clima de libertad de este momento histórico, que ya no está sometido a la contención y a los obstáculos que conoció la transición. Más que hacia la independencia, creen que estamos avanzando hacia una renovación del ágora catalana. 

Carlos, cirujano chileno, es el que con más énfasis critica la visión chata del catalanismo banal (las críticas al acento de Montilla, por ejemplo) y, sin embargo, observa complacido, una gran corriente de cambio catalán que pasa por encima de los errores de la vieja política. Pero avisa, citando a Jefferson: "Aquellos que sólo tienen interés no tienen patria". 

No son pocos los que me hablan del cansancio emocional que el eterno pleito identitario produce en Catalunya y en España. "Los catalanes queremos dejar de ser un problema para España" -sostiene Xavier, profesor y articulista-. "La molestia debe dar paso a la libertad de marchar". Muchos apelan a la práctica imposibilidad del diálogo, otros se refieren a la metáfora de la mujer que empieza a verbalizar la posibilidad de separarse, lo que reactiva la fijación posesiva del macho y dispara su capacidad de atemorizar. Pero el mero hecho de verbalizar, libera a la maltratada. En este sentido, M.A., psicóloga, habla de "catarsis colectiva". La tradición familiar influye en la opinión: María Paz, profesora que siente por igual sus raíces catalanas y españolas, considera que estamos ante una cortina de humo de Mas para desviar la atención de los recortes. Pero Henry, emérito de Southampton y ampurdanés por matrimonio, valora el momento como la posible culminación del sueño de muchas generaciones. Carles me habla de las dispares visiones en su familia: independentista el hijo; unionista el yerno. El cambio generacional ha influido en la normalización del independentismo, aunque Guillem cree que la gente mayor ha perdido el miedo a colgar la estelada. Josep Maria, arquitecto, sostiene que la tercera generación siempre desaprende la experiencia de la primera. La derrota, el hundimiento, las revueltas anarquistas son cosas de otro tiempo, creen los jóvenes, pues se creen inmunes a los males del pasado. También se ha consolidado -continúa- una tercera generación de castellanohablantes que, contradiciendo a sus abuelos que no hablaban catalán pero lo amaban, son indiferentes u hostiles a la cultura autóctona. "La quema de banderas catalanas en una manifestación de entusiasmo por la roja no es baladí".

Sin embargo, el fantasma del choque interno no preocupa en demasía a mis interlocutores. Creen que la sociedad gerundense, como la catalana, es madura y democrática. Lluís, profesor y articulista, insiste en deconstruir la falacia de que el independentismo divide: "Se omite el miedo coactivo que sustenta al unionismo, pero se tacha de coactiva la simple carta de naturalidad del independentismo, que es escrupulosamente democrático. El miedo al miedo es a lo único que hay que temer. Las reglas democráticas se encargarán de neutralizar los choques y conflictos espontáneos o inducidos". 

Imposible reflejar todas las reflexiones que mis amigos de Girona me escriben. Sólo me queda espacio para resumir la metáfora con que el matemático Carles sintetiza sus dudas económicas. La realidad económica catalana -sostiene- se parece a un enfermo grave ante tres equipos médicos divergentes. Unos le aconsejan que se opere. Vaya riesgo: son cirujanos inexpertos que se enfrentan por primera vez a una operación de este tipo. Otros sugieren esperar y ver cómo evoluciona. Vaya riesgo, pues la cosa es muy grave. Los terceros le instan a despreocuparse: al parecer, unas investigaciones garantizarán pronto un nuevo y genial medicamento. Vaya riesgo: le conminan a tener fe en algo que nunca nadie ha visto.

José Luis Muñiz: "Creo que en Santa Coloma un referéndum por la independencia no ganaría" | "No sé adónde nos llevaría la independencia, es un riesgo muy grande", dice Carmen Poyatos

Catalunya por dentro (6): El pragmatismo de los nuevos catalanes
El banco del 'si no fos'. En la plaza de la Vila de Santa Coloma, un grupo de jubilados discutía, ayer al mediodía, sobre el independentismo y el futuro de Catalunya Roser Vilallonga
Yo soy de Andalucía, nací en Córdoba, aunque hace 45 años que vivo aquí. Creo que Catalunya está mal económicamente, que le niegan derechos, pero no sé adónde nos llevaría la independencia, no lo sé, supongo que es un riesgo muy grande". Lo dice Carmen Poyatos, secretaria del Àrea Cultural Oriol de Santa Coloma de Gramenet, que no estuvo en la manifestación del Onze de Setembre, aunque sí en la de 1976 ("la primera, en la que al final tuvimos que salir por patas cuando llegaron los grises").

Santa Coloma tenía 15.000 habitantes en 1950 y en poco más de veinte años alcanzó los 130.000 gracias a los inmigrantes llegados del sur de España. Y en los últimos años ha vivido otra oleada, en este caso de extranjeros. Los últimos datos le dan una población de 122.952 personas, de las cuales un 24,3% son nacidos en el extranjero (el colectivo mayoritario es el chino, por delante del marroquí, el ecuatoriano y el pakistaní); un 28,4%, en otras comunidades españolas; un 21,5%, en Santa Coloma, y un 25,8%, en otras poblaciones catalanas.

"La sangre tira mucho, hacia Andalucía, Extremadura..., hacia toda España", comenta José Luis Muñiz Algarín, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos. "Yo fui a la manifestación y fue un momento histórico. Había federalistas, independentistas, favorables al pacto fiscal, los que protestaban contra los recortes... La gente se siente expoliada. Cuando hablan con sus parientes de otras regiones se dan cuenta de que pagan demasiado y estamos discriminados. Pero no existe un sentimiento enraizado de independencia, creo que en Santa Coloma no ganaría un referéndum por la independencia". Nacido en Sevilla hace 40 años, José Luis llegó a Catalunya con siete meses. "Me siento más catalán que andaluz". ¿Y los nuevos inmigrantes? "Aunque sufren como el que más los recortes, viven apartados, no van a las manifestaciones ni participan de las reivindicaciones, no sé si por miedo o porque no conocen bien las leyes".

No es fácil generalizar. En Santa Coloma está la sede de la Fundació Nous Catalans, impulsada por CiU, y de allí salió a la manifestación un numeroso grupo de dirigentes de entidades y asociaciones originarios de Bangladesh, Pakistán, China, Marruecos... Latifa el Hasani, marroquí, lo vivió con emoción. "Fue una explosión de catalanidad, para mí está claro que nuestro futuro como comunidad depende del futuro nacional de Catalunya". Le preguntó por los que no asistieron. "En un contexto de crisis, la gente está preocupada por encontrar trabajo, por legalizarse, por las facturas de fin de mes. Los políticos han de explicarse, no es un tema fácil. Hay que sensibilizar. Pero veo disponibilidad entre mi comunidad, mucha gente empieza a preguntar sobre la independencia". Latifa vive en el barrio del Fondo, con mayoría de población china. En la calle, la mayoría de las personas interrogadas prefiere el silencio. "No, no sé", es una respuesta que se repite varias veces.

En el centro de Santa Coloma parece que la misma encuesta sea más fácil. Carles Combarros, concejal de CiU, opina que "se nota un gran cansancio entre la población, más allá de la lengua que cada uno hable o del lugar de nacimiento". De la manifestación recuerda: "Una persona se me acercó y me dijo en castellano: 'Nos sale muy caro ser catalanes'. Me atrevería a decir que mucha gente no puso el sentimiento identitario en primer lugar, sino que lo hizo por pragmatismo. Quieren un cambio de estatus con España, saben que pagan muchos impuestos, pero eso no significa que salgan con la estelada". Le pregunto por el número de independentistas en Santa Coloma. Fa de mal dir, contesta. "Muchos inmigrantes que en su día no tuvieron reparos en abandonar su hogar han demostrado ser emprendedores y estar dispuestos a asumir riesgos".

Fue un clam del cor i la butxaca, señala Josep Colldeforns, presidente de la Agrupació Comerç i Indústria y propietario de uno de los negocios más antiguos, en la avenida de la Generalitat. "Aquí hay muchos inmigrantes, la mayoría tienen familiares en su pueblo, estarían más a favor del pacto fiscal que de la independencia". 

En la plaza de la Vila hay el típico banco del si no fos. Allí encontramos a Josep Quereda, de 98 años. "Soy el más viejo de Santa Coloma. Nací en Murcia, fui boxeador y fotógrafo, soy de izquierdas y le digo que la independencia será nuestra". A su lado, asiente Joan Boldú, de la Assemblea Nacional de Catalunya. Discrepa Urbano González, de 85 años, que llegó de León con nueve y es votante de CiU. "Tenía asumido eso de la independencia, pero ahora cuando veo que hablan de la República Catalana, me da miedo, porque la anterior República se les escapó de las manos". Salvador Torrent nos dice que su bisabuelo ya era de Santa Coloma. "Vino de Marruecos y por eso éramos de can Alí". Pasa de la política. "No soy de ningún partido y los políticos son todos unos vividores". Llega Carme, la hija de Josep, a recogerlo. Le pregunto su opinión. Duda. "Si preguntasen uno a uno a todos los que asistieron a la manifestación, a lo mejor tendríamos una sorpresa, muchos dirían que no son independentistas".

En la plaza hay una sola pancarta, ya descolorida: "Por un hospital del pueblo para el pueblo". Entramos en el Ayuntamiento. Del balcón cuelga otra: "Preservem el patrimoni col·lectiu. Amb l'educació i la salut no s'hi juga". La alcaldesa, Nuria Parlon (PSC), se expresa con prudencia. "No fui a la manifestación porque no soy independentista, aunque respeto este sentimiento". Es partidaria de "luchar por un nuevo marco de financiación en una España federal y una Europa federal, pero este planteamiento es más difícil de explicar que la independencia a corto plazo, que da más réditos". Concluye: "Los responsables políticos tenemos la obligación de canalizar los sentimientos de la mejor manera posible. Y es bueno que cuanto antes la gente tenga la posibilidad de expresarse a través de un referéndum sobre su pertenencia o no a un Estado".



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